Mikel INSAUSTI
ZAMA

El drama existencial de un funcionario en las antiguas colonias

Siempre se ha considerado esta novela de Antonio Di Benedetto como un clásico inadaptable de la literatura argentina, pero Lucrecia Martel la ha hecho suya con su estilo predominantemente visual y sonoro, que la convierte en la cineasta más atípica de su país junto a Lisandro Alonso, ya que ambos se desmarcan del cine argentino más discursivo. “Zama” es su cuarto largometraje tras “La cienaga” (2001), “La niña santa” (2004) y “La mujer sin cabeza” (2008). De la importancia trascendental dentro de su filmografía, habla a las claras el hecho de que haya sido el de producción más compleja y costosa, interviniendo en su cofinanciación hasta un total de siete países para reunir un presupuesto de tres millones de dólares, necesario para recrear una ambientación colonial del siglo XVIII en Ultramar.

“Zama” ha sido premiada en los festivales internacionales de La Habana, Sevilla o Tokio. Está nominada para el Goya a la Mejor Película sudamericana y ha sido seleccionada por Argentina para el Óscar. Y en los premios Sur del cine argentino cuenta con un total de once nominaciones. Pero su mayor aval es el prestigio crítico alcanzado, por la maestría con que Lucrecia Martel describe el paso del tiempo suspendido, que se hace eterno para el protagonista, en su interminable espera de un traslado que le saque de su destino en la Asunción para administrar desde allí las fronteras del Gran Chaco, cumpliendo las ordenes de la Casa de Borbón, todas ellas tan kafkianas como inútiles a su parecer.

Es la representación del vacío que conlleva la caída de un Imperio, situación redimida en última instancia por un sentido de la aventura en la jungla, contada con una atmósfera inquietante a la manera de un Joseph Conrad o un Werner Herzog.