Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS
Periodista

La ideología

Ahora se lleva mucho gobernar sin ideología: Merkel Macron, Gentiloni y el que lleva el incensario en esta misa negra, Rajoy, lo hacen así. Tener ideología puede dar origen a cosas tan peligrosas como el radicalismo, el populismo, las pensiones suficientes, las manifestaciones, el libre pensamiento, los parlamentos soberanos, la justicia prudente, los salarios más altos, la banca más pequeña, la sanidad inmediata, la cultura más honda, los tribunales discretos y los ministros inteligentes. Parece evidente que todo eso ha de subordinarse a las cosas que interesan a la ciudadanía como la distribución de cargos, las guerras exteriores, la protección de los mercados, los organismos internacionales, la retribución de los funcionarios, los servicios de «inteligencia», los vuelos a Marte, las reuniones en Suiza, la Bolsa, el bolsillo, los grandes premios a los pequeños notables, la investigación de los contrarios, la resurrección de la carne y la vida perdurable.

Hay más cosas que merecen la dedicación integra a la política liberada de la ideología, pero no quiero alargar la lista porque desbordo el espacio, que ha ser entregado a las inmobiliarias, a las que dedico esta jota de pobre: «Mira, Pilar de mi vida/ ahora sí que estamos bien./ Tú preñada y yo en la cárcel./ Tú no tienes quien te meta/ yo no tengo quien me saque».