Luismi Uharte
Parte Hartuz Ikerketa Taldea
ELECCIONES EN VENEZUELA

Las presidenciales como campo de batalla por la legitimidad

Las elecciones del 20 de mayo en Venezuela tuvieron trascendencia continental pese al apagón informativo del latifundio mediático global. Puede parecer reiterativo, ya que todos los comicios por la Presidencia tienen una dimensión supranacional en el país que ha sido en los últimos 20 años el principal motor del cambio geopolítico en la región.

La reflexión lapidaria de Álvaro García Linera, vicepresidente boliviano y uno de los intelectuales latinoamericanos de izquierda más lúcidos, no dejaba lugar a duda: «En Venezuela se está jugando el destino de América Latina, como se jugó 200 años atrás (…). Es parte de esa estrategia de contención, de resistencia, de dignidad continental.

Estas elecciones, más que cualquier otra, han sido las de la batalla por la legitimidad en varios planos: por la legitimidad o no de la convocatoria, por la del sistema electoral e incluso por los resultados. Una legitimidad que, por cierto, no se mide con la misma vara respecto a otros países latinoamericanos mucho más dóciles a los designios de la elite política occidental, donde los fraudes electorales son regulares y gozan de impunidad (Colombia, México, Paraguay…).

Convocatoria electoral. La exigencia permanente desde 2016 por parte de la oposición de derecha –articulada por entonces en la MUD– para adelantar las presidenciales se transformó a finales de 2017 en un sorprendente boicot a cualquier evento electoral. Un cambio de postura no tan sorprendente, ya que el capital político acumulado por la MUD tras su victoria en las parlamentarias en 2015 se evaporó tras las guarimbas de principios de 2017. El salvajismo y la crueldad –llegando a jalear la quema de personas vivas – que caracterizaron el plan de intento de derrocamiento gubernamental provocaron un shock político descomunal que invirtió radicalmente la correlación de fuerzas. La recuperación del apoyo electoral del PSUV en la Constituyente (agosto), en las regionales (octubre) y en las municipales (diciembre) fue más expresión del miedo a una derecha guarimbera-neofascista que a un reencantamiento con el Gobierno.

De cualquier manera, las rondas de negociación entre el Ejecutivo de Nicolás Maduro y la oposición en República Dominicana tuvieron como punto destacado un adelanto electoral, que finalmente se acordó, aceptando la fecha propuesta por la MUD. Lo paradójico es que los mismos que pusieron fecha poco después desconocieron la convocatoria, se negaron a participar y llamaron al boicot. Si alguien tiene dudas respecto a esto, solo tiene que escuchar la rueda de prensa del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero del 18 de mayo, en la que corrobora este cambio de postura de la oposición, lo cual considera «incomprensible». Quizás no tan «incomprensible» si no obviamos la llamada telefónica desde algún despacho de Washington, que ordenó literalmente reventar el diálogo.

Campaña. La campaña se desarrolló en unas condiciones muy diferentes a las habituales. El boicot de la mayor parte de la derecha, ahora reconstituida en el Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL), reconfiguró una disputa electoral que durante dos décadas se había expresado en el pulso entre dos grandes bloques bien marcados ideológicamente. Ahora, un pequeño sector de la derecha concurría con la candidatura de un exchavista (Henry Falcón) que tenía a su favor el no proyectar el extremismo clasista de un López o un Capriles, pero en su contra su limitada capacidad de movilizar a los principales partidos del espectro político conservador y su importante base electoral. El provocativo lema de campaña de Falcón (¡Dolarización ya!) no logró seducir a las franjas de población más permeables a un discurso demagógico, pero teóricamente atractivo en un contexto de hiperinflación y pérdida abrupta del valor de la moneda nacional. A su vez, la aparición de un tercer candidato outsider, el evangelista Javier Bertucci, con respetables porcentajes de voto en las encuestas, suponía otro contratiempo para una derecha acostumbrada a subordinar toda candidatura conservadora.

Paralelamente, el PSUV demostró en campaña su eficacia, ya probada, como maquinaria electoral, con un discurso que apelaba más a lo emocional que a lo estrictamente material, según la socióloga Maryclen Stelling. La amenaza latente de una posible intervención inspirada por EEUU y liderada por un grupo de países latinoamericanos, con Colombia al frente, hizo que el cierre de filas en el chavismo fuera más contundente. En este escenario, una cuarta candidatura expresión del chavismo disidente por la izquierda y liderada por Reinaldo Quijada, no tenía mucho chance real, más allá de levantar simbólicamente banderas muy respetables y necesarias como la lucha contra la corrupción, el rechazo al Arco Minero y el giro a la izquierda.

Sistema electoral. La alianza trasnacional por el boicot (FAVL, Washington, Bruselas y Grupo de Lima) ha jugado un papel crucial en el intento de deslegitimar no solo la convocatoria sino también el sistema electoral. Por ello, es obligado un análisis técnico del funcionamiento de un sistema muy desconocido en el exterior. Pese a las descalificaciones genéricas que algunos grandes medios han difundido, es importante subrayar que el sistema electoral dispone de un protocolo de seguridad mucho más efectivo que la mayoría de los países de la región.

En primer lugar, para evitar el fraude de identidad muy habitual en elecciones de países del entorno, en las que una misma persona vota infinidad de veces con carnets de diferentes personas, existe un control biométrico, a través de un capta-huellas electrónico, con lo que resulta imposible suplantar la identidad de otros votantes. En segundo lugar, el voto es electrónico, al igual que en Brasil, pero con un protocolo de seguridad que no se aplica en el país carioca, y es la emisión de un comprobante de voto que tiene dos funciones: contrastar si la papeleta coincide con lo marcado en la máquina y ser depositado en una urna física para un posterior recuento manual.

De hecho, la ley electoral fija que se realice un recuento manual de un 53% de las mesas, para así comprobar si coincide o no con los datos finales emitidos por la máquina. Se escruta, por tanto, un porcentaje de mesas estadísticamente muy superior al necesario para identificar posibles fraudes. Esto no se aplica en Brasil o en México, pero la UE no pone en cuestión sus sistemas, al contrario que el de Venezuela, lo que es significativo.

Precisamente, la ausencia de la UE fue criticada por Rodríguez Zapatero, en absoluto sospechoso de afinidades bolivarianas, quien afirmó categórica- mente que «todo el mundo» ha sido invitado a participar como observador, especialmente la UE y la ONU. El ridículo diplomático de la UE quedará, por tanto, para la historia. La única institución no invitada fue la OEA, por razones obvias, debido a su expreso intento de aislar a Venezuela en la región, como ya sucedió con Cuba en los años 60.

Resultados. El último terreno donde se ha manifestado la disputa por la legitimidad es en la lectura de los resultados. La baja participación (46%), por debajo del simbólico 50% del censo, resulta funcional a los análisis beligerantes de la oposición y sus aliados exteriores. En parte, hay que reconocer que el boicot fue sustancialmente eficaz. De cualquier manera, utilizar el porcentaje de participación como argumento para deslegitimar el proceso resulta sumamente tendencioso, teniendo en cuenta los niveles de participación electoral en países limítrofes. El caso de Colombia es muy significativo, ya que en los últimos 50 años, la media de participación en 15 elecciones presidenciales es de un 46% y, sin embargo, ninguna alta instancia política europea o norteamericana han puesto en duda su legitimidad.

Por otro lado, el total de votos cosechados por Maduro, por encima de los 6.250.000, a pesar de suponer una pérdida de 1.250.000 votos (15%), supone un resultado muy digno, en un contexto de severo deterioro económico de las condiciones de vida y con un grado de desánimo político indiscutible. Las lecturas simplistas que reducen la explicación del apoyo popular a relaciones clientelares (que tampoco se pueden negar), obvian el, todavía hoy importante, peso del factor subjetivo-emocional de la identidad chavista como expresión de la dignificación de los pobres. El testimonio a pie de urna, entre lágrimas, de una mujer negra de barrio popular condensa todo esto: «Nos llaman muertos de hambre; nos desprecian por ser pobres; no olvidamos como quemaban a nuestra gente por ser supuestamente chavistas; por eso estuvimos en la Constituyente y por eso estamos hoy aquí también».

¿Y ahora qué? El abandono del terreno electoral y el pliegue de la mayoría de la oposición derechista a la estrategia USA de ahogo económico progresivo (que combina sabotaje productivo y bloqueo comercial selectivo) y amenaza latente de intervención, aboca a un escenario de conflictividad creciente.

Bajo esas coordenadas, y sin un cambio de estrategia gubernamental, resulta muy improbable una mejora a corto plazo de las condiciones de vida para las grandes mayorías, que hoy día quedan simbolizadas en la caja de alimentos básicos distribuidos por los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento).

Los mensajes del Gobierno recién electo que apelan al diálogo, a la paz y a una alianza productiva para recuperar la economía resultan loables en términos discursivos, pero no parecen muy efectivos si no se enfrenta de manera contundente tanto a los saboteadores externos como a los que están incrustados en las propias filas. La duda es: ¿20 años después, tiene la izquierda en el seno del chavismo el músculo necesario para provocar el giro de timón que demandó Chávez?

 

El fiscal general anuncia más excarcelaciones tras la liberación de 79 presos en dos días

El fiscal general de Venezuela, Tarek Saab, ha anunciado para esta semana nuevas excarcelaciones, a solicitud del presidente, Nicolás Maduro, de ciudadanos detenidos por «violencia política» en los últimos años. Las 40 liberaciones del sábado elevaron a 79 los beneficiados con distintas medidas de gracia –muchos de ellos considerados «presos políticos» por la oposición– y reafirmaron la intención de Maduro de tender la mano al diálogo. «Lo más importante: que nunca más la violencia (...) sea el signo de la lucha en este país», añadió Saab.GARA