EDITORIALA

La pobreza energética, cruz de la privatización

Con el año termina el plazo ofrecido por el Gobierno español a las personas y familias con menos recursos para que soliciten el bono social eléctrico y puedan acceder al mismo tiempo al bono social térmico. El corto plazo dado para ello, la escasa información publicitada y el complejo procedimiento para acceder a las ayudas, que en unos casos son periódicas y en otras tienen la forma de pago único, son una muestra de la poca voluntad política con la que se ponen en marcha políticas sociales que benefician a personas con escasos recursos. Posiblemente hayan sido los monopolios energéticos los que de una u otra manera han presionado al Ejecutivo para organizar semejante yincana de solicitudes y plazos. Así evitan que quienes cumplen los requisitos se beneficien de las ayudas, al tiempo que se ahorran la devolución de las cantidades indebidamente cobradas. La banca también sabe mucho de ese tipo de prácticas fraudulentas.

Lo cierto es que el precio de la energía continúa su escalada gracias a un marco que no garantiza ni la competencia ni la transparencia. El oligopolio energético ha llevado el precio de la electricidad a ser uno de los más altos de Europa; sin pasar por alto que el recibo de la luz tiene otra serie de costes regulados por el Ejecutivo que también han ido creciendo. Y entre ellos está la aplicación del tipo máximo del IVA, cuando la energía podría perfectamente ser considerada un bien de primera necesidad. Pero estos millones de recibos de la luz son una importante fuente de recaudación de IVA de la que ningún Gobierno quiere prescindir. Precisamente, es en la factura energética donde de forma más clara se dibuja el carácter regresivo de las políticas que cargan a todos por igual los costes de la electricidad o los impuestos: los que pueden pagar en mangas de camisa y los que no con el abrigo en casa.

La pobreza energética nos muestra el reverso de la privatización de servicios públicos que son esenciales para el bienestar de la gente: las eléctricas acumulan beneficios mientras muchas familias no pueden ni encender la luz.