Nagore BELASTEGI

Redescubriendo al «desconocido» Iradier

Su música es popular en todo el mundo y fue creador de una de las canciones más versionadas de la historia. Sin embargo, el nombre de Sebastian Iradier no tiene la fama de sus composiciones, y sus vecinos alaveses están determinados a ofrecérsela.

El Libro Guinness de los récords recoge que la canción más grabada es “Yesterday”, de los Beatles, con 1.600 grabaciones. Sin embargo, existen estimaciones de que “La paloma” ha sido grabada, por lo menos, el doble de veces. Esta habanera, versionada por personajes tan ilustres como Elvis Presley, Placido Domingo, Julio Iglesias, María Callas o Paloma San Basilio, la compuso Sebastian Iradier Salaberri, un alavés (Lantziego 1809 - Gasteiz 1865).

Sin embargo, ni siquiera en Lantziego o Agurain (donde vivió), ni en cualquier parte de Araba conocen lo suficiente al internacional músico. Por ello, con la intención de dar a conocer la figura del compositor, un grupo de ciudadanos de Gasteiz han puesto en marcha una iniciativa para dar diferentes pasos para que, por lo menos, toda Euskal Herria sepa quién fue Sebastian Iradier. El primero de esos pasos ha sido exponer un manifiesto y colocar una placa en la casa donde vivió durante su estancia en Gasteiz.

En el manifiesto aseguran que “La paloma” se convirtió en la habanera de referencia y en Cuba fue reconocida como uno de sus máximos ejemplos de folclore nacional. También supo colarse en México como canción protesta que pone música a las gestas de los revolucionarios, ha sido interpretada por las más grandes voces líricas del mundo, y se ha convertido en himno fúnebre en Austria y en melodía nupcial en Zanzibar; ha sido llevada al cine en varias ocasiones; ha sido grabada en miles de versiones, en los cinco continentes y en innumerables idiomas, y ha alcanzado la lista de éxitos internacionales en diferentes épocas.

Sin embargo, de Sebastian Iradier se sabe muy poco «y lo poco que se sabe, es incierto o confuso», expresó a GARA Álvaro Fernández Rodas, historiador y una de las personas que mejor ha estudiado la vida del músico alavés. «Solo Pío Baroja se atrevió en 1936 a escribir una breve biografía sobre el músico en la que entre verdades, suposiciones y fantasías, resultó ser un relato utilizado luego por todos quienes han querido saber y tomar referencias de Iradier, pero que tiene más de novela que de biografía», asegura.

Nunca estuvo en Cuba

Según cuenta el experto, el músico nació en Lantziego, como es sabido, pero no permaneció mucho tiempo allí pues en 1813 o 1814 la familia retornó a Gasteiz. Allí ingresó junto a su hermano Maximino en la capilla musical de la Universidad de Parroquias, en la iglesia de San Pedro (que no en la de Santa María, como suele decirse). Después fue organista de San Miguel, y más tarde concursó para el mismo puesto en la iglesia de San Juan Evangelista de Agurain. Vivió allí desde 1827 y 1835, aunque se tomó un descanso en su trabajo para estudiar composición. En Agurain se casó y tuvo tres hijos –solo uno, Pablo, llegó a la edad adulta y fue músico como su padre, y no médico como otras fuentes apuntan, según Fernández Rodas–.

Tras fallecer su esposa se marchó a Madrid. «Quizá viva de sus ahorros y de la pequeña herencia de Brígida, se coloca en principio como profesor de piano y compone, muy poco, no anuncia la salida de su primera obra hasta abril de 1836. Estas obras iniciales son arias y romanzas italianizadas y conversiones bailables de trozos escogidos de óperas de moda, luego se dedicará a la llamada canción nacional y aquí triunfará con sus canciones, en sus propias expresiones: españolas, andaluzas, gitanas, madrileñas… a las que podemos añadir, una riojana, un pasodoble y un zorcico entre las poco frecuentes y, cuestión no muy aparte, las habaneras», explica Fernández Rodas.

En 1837 se casó con Joseba Amago Lavergne, con la que tuvo una hija, Matilde, que después se convirtió en soprano, una prometedora carrera que abandonó al casarse con un médico inglés. La vida de Iradier en Madrid destaca por la popularidad de sus canciones: «se cantan tanto en los mesones como por los mejores cantantes líricos, lo que unido a su buen porte, a su carácter jovial, ocurrente y divertido le llevó a alternar en los salones de la alta burguesía y de la aristocracia. Resulta sorprendente que ese carácter tan abierto y alegre lo albergara un hombre que sufría una grave afección gástrica».

Su estancia en Madrid no fue continuada, e hizo varios viajes. En Europa estuvo en Londres, París, Baden-Baden y Florencia, por ejemplo. Sin embargo, y contra lo que la mayoría de fuentes afirman, Fernández Rodas asegura que «Sebastian Iradier nunca estuvo en Cuba, ni en lugar alguno de América», y apunta a que «no existe un certificado que lo afirme, pero sí datos concluyentes que nos permiten afirmarlo: ¿cómo es posible que ninguna, absolutamente ninguna, huella haya quedado del paso del músico por la Isla? De muchas personas menos importantes las hemos encontrado, empezando por sus hijos de los que de su estancia en Cuba sabemos y bastante. Además, cada vez que se movía el compositor salía en la prensa, y para un viaje tan importante ¿no?».

Para el historiador, la razón de que Iradier compusiera habaneras es que «la música entre la Isla y la Península se ha clasificado desde antiguo como de ida y vuelta, lo que sonaba allí se conocía y adaptaba aquí, y viceversa. Así, las habaneras son una adaptación de ciertas canciones y contradanzas criollas, que se recibían en España como canciones criollas, canciones americanas, tango habanero, cubano, etc., y que terminó homogeneizándole aquí y adoptando un nombre directamente tomado del gentilicio de La Habana. Y, desde luego, el principal introductor de las habaneras en Europa es Sebastian Iradier».

Continúa el coleccionismo

Primitivo González de Langarica también fue un experto, a su modo, de Sebastian Iradier. Dicen que consiguió reunir 1.200 grabaciones de “La Paloma”, aunque su hijo, Álvaro González de Langarica, no se atreve a decir cuántas son realmente porque jamás las ha contado. «Hace cuarenta años, en una discusión entre amigos se preguntaron cuál seria la canción que más versiones tendría en el mundo, y mi padre dijo que “La Paloma” tenía que tener un montón, porque a él ya tenía muchas. Así, sus amigos empezaron a darle las copias que ellos tenían para que las guardasen. Luego empezó a moverse por rastros y ferias del libro, y se enteró de que la canción era muy famosa en otros países, de que había miles de ‘palomas’, y de que había ‘palomistas’ como él. Cuando murió hicimos una asociación para custodiar todos esos discos».

Ahora, con internet, no le ven sentido a coleccionar discos y creen que tienen más valor las grabaciones, por ejemplo, «de Clinton tocando ‘La Paloma’ con un saxo que un disco de Los Tres Sudamericanos de 1957». Actualmente hay gente que le manda más «Palomas», pero realmente no las están buscando. Sin embargo, opinan que sería interesante reunir todas las versiones que hay. La asociación se ha puesto en contacto con las instituciones pues les gustaría hacer unas jornadas y traer a los especialistas de todo el mundo.

 

«La paloma»

Cuando salí de la Habana,

¡Válgame Dios!

Nadie me ha visto salir

si no fui yo,

y una linda Guachinanga

Sí, allá voy yo,

que se vino tras de mí,

¡Que sí, señor!

Coro:

Si a tu ventana llega

una Paloma,

trátala con cariño

que es mi persona.

Cuéntale tus amores,

bien de mi vida,

corónala de flores

que es cosa mía.

¡Ay! Chinita que sí

¡Ay! Que dame tu amor

¡Ay! Que vente conmigo,

chinita, a donde vivo yo

El día que nos casemos

¡Válgame Dios!

En la semana que hay ir,

me hace reír,

desde la Iglesia juntitos,

que sí señor,

nos iremos a dormir.

Allá voy yo. (Coro)

Cuando el curita nos eche

la bendición

en la iglesia Catedral

allá voy yo,

yo te daré la manita

con mucho amor

y el cura dos hisopazos.

¡Que sí, señor! (Coro)

Cuando haya pasado tiempo

¡Válgame Dios!

De que estemos casaditos

pues sí señor,

lo menos tendremos siete,

¡Y que furor!

O quince guachinanguitos…

¡Allá voy yo!