Koldo LANDALUZE

«Maria Zugarramurdikoa», cuando la verdad asoma de entre la hoguera

Publicado por Nabarralde en ediciones en euskara y castellano, el cómic «Maria Zugarramurdikoa y las mujeres que fueron embrujadas» se inspira en los episodios que se vivieron en Zugarramurdi en 1610. Está firmado por Miren Mindegia y Adur Larrea.

La llama de “María Zugarramurdikoa y las mujeres que fueron embrujadas” prende en el Zugarramurdi de 1610. El delirio de la brujería se expande por Europa y llega al recién conquistado Reino de Nafarroa. En esta incierta escenografía topamos con Maria Baztan y su hija Gana, dos mujeres que deberán hacer frente a la acusación de brujería del médico Esteban de Zumarraga y, como ellas, también muchas otras mujeres del pueblo.

Con esta base dramática, la periodista Miren Mindegia y el dibujante e ilustrador Adur Larrea han trasladado a un universo de viñetas esta crónica histórica vigilada muy de cerca por la siempre alargada sombra de la Inquisición. Reunidos en torno a una hoguera ficticia, Mindegia y Larrea revelaron a GARA las etapas de este fascinante viaje artístico. Preguntada acerca de la necesidad de escribir una narración de estas características, Miren Mindegia señala que «por una parte, hace ya dos años que publicamos un primer cómic en Nabarralde –en aquella ocasión fue sobre la figura de Eneko Aritza, lo hicimos con el ilustrador Joseba Larrantxe ”Josevisky”– y queríamos seguir usando ese formato para sacar a relucir y poner en valor temas que nos parecen relevantes dentro de la historia de nuestro pueblo. El tema de las mujeres que sufrieron las consecuencias de la Inquisición en Zugarramurdi, desde luego, era algo que queríamos contar, precisamente porque es un relato que está tergiversado, que ha quedado en la memoria tal y como la contaron los propios inquisidores: esto es, como la historia de las malvadas y oscuras brujas que tuvieron que quemar en la hoguera. Y esas mujeres no eran brujas, o no al menos ‘ese’ tipo de brujas que nos vendió la Inquisición».

En relación al interés que le despertó dicho episodio, Mindegia añade que «aunque el hecho histórico del proceso de Logroño es muy conocido, sigue siendo necesario contar el relato desde lo que sufrieron las víctimas, y no desde lo que nos ha contado el verdugo. Sí, hubo una caza de brujas, mucha gente fue acusada, se sembró el terror en el pueblo llano, generando una corriente de acusaciones falsas motivadas sobre todo por el ‘sálvese quien pueda’. Pero esas ‘brujas’ no eran tales, eran mujeres que tenían su propia ideología y su forma de vivir. A día de hoy se sigue manteniendo esa fantasía de las brujas de Zugarramurdi, restándole importancia a lo cruel de aquellos asesinatos, de todas esas acusaciones, juicios injustos y castigos en masa. Fue un capítulo muy oscuro de nuestra historia, y hay que valorarlo como tal, sin banalizar».

Iniciado el viaje, se suma al calor de la hoguera el dibujante e ilustrador Adur Larrea, quien nos revela a qué fuentes históricas y visuales recurrió para llevar a cabo la ambientación. Según el artista, el trabajo de documentación «no ha sido exclusivamente gráfico. Si que he recorrido la zona y he hecho fotos y bocetos de Xareta, también he recurrido a grabados y dibujos de la época, pero para este trabajo me he interesado más por las fuentes escritas. Por ejemplo, una de las idea que queríamos transmitir era que seguramente algunas de estas ‘brujas’ poseían un saber fuera de los dogmas científicos y religiosos de la época. Para ello, he introducido una receta para aliviar el dolor de pecho de un recetario del siglo XVIII. (« Errezeta desberdinen bilduma, Bidaveren eskutik»). Este librito nos da maravillosas recetas para curar y apaciguar diferentes males. Por ejemplo esta para curar el dolor de estómago: «Har ezak otsoaren tripa eta erre ezak eta errauts hura eman ezok edatera eta mirakuluz sendatuko da». Muchos grabados que han llegado hasta nuestros dias recrean de manera extravagante y fantasiosa los supuestos akelarres y los sabbats. En ellos también aparecen mujeres haciendo pócimas y ungüentos, acaso eran un reflejo de actitudes heréticas o incompresibles para el orden establecido?», cuenta.

 

Ficción y realidad

“Saludadoras”... “dadoras de salud y vida”, comadronas, hervoleras... para Miren Mindegia estas mujeres que fueron señaladas como “brujas” y, como tales, condenadas en muchos casos a la hoguera «tenían sus propias creencias y cierto margen de libertad dentro de un sistema propiamente patriarcal: muchas de ellas eran viudas, así que no dependían directamente de ningún hombre; matronas, curanderas, con un gran conocimiento de la naturaleza y de sus usos, con creencias que no coincidían con el cristianismo imperante…».

«Suponían una clara amenaza, un estorbo para el sistema cristiano y patriarcal que se estaba imponiendo. Eran mujeres que no cumplían con el rol establecido para ellas, la de buena y dócil cristiana, esposa y madre aplicada, a la sombra de su marido. Las juzgaron y las mataron porque eran mujeres que actuaban con libertad. Además, hay que tener en cuenta que en esa misma época es en la que la medicina científica se profesionaliza. Y, ¿quiénes eran los que hacían carrera en esta profesión? Claramente, las mujeres no tenían acceso a estos estudios. Hemos querido reflejar esto con uno de los personajes del cómic, el del médico que llega al pueblo y se encuentra con la curandera, la matrona, que supone una competencia directa para su profesión y una amenaza para su hombría», remarca.

El objetivo de ‘Maria Zugarramurdikoa’ ha sido reflejar, en la medida en que nos lo ha permitido el formato –se trata de un cómic corto, de 20 páginas–, las características comunes que tenían esas mujeres a través de nuestras protagonistas, Maria Baztan y su hija Gana; y también mostrar cómo se manipuló el concepto de ‘sorgina’ para conseguir culpabilizar a estas mujeres».

En cuanto a la propia creación de los personajes de ‘Maria Zugarramurdikoa’, la autora nos revela que «nos hemos basado sobre todo en los trabajos realizados por la historiadora iruindarra Amaia Nausia sobre este tema. Hay otras investigadoras que también han trabajado este tema, como la escritora Silvia Federici, pero dentro de la ficción, curiosamente, sigue predominando esa fantasía que impuso la Inquisición, se sigue alimentando y representando la imagen de la bruja mala. Y ahí queríamos aportar nuestro granito de arena, en dar un punto de vista más real de lo que sucedió».

Por lo que respecta a la complejidad que siempre acompaña a la hora de encontrar el punto intermedio entre ficción y realidad, Adur Larrea nos recuerda que «hay que tener en cuenta que la ficción empieza con el propio relato de los inquisidores. Lo que describen los inquisidores, que es lo que llega hasta hoy, supera con creces las mentes mas macabras y sádicas de los psicópatas mas imaginativos. Toman testimonio de los habitantes de la zona bajo coacción, amenazas y tortura. Logran que el miedo convierta a los apenas 250 habitantes de Zugarramurdi en confidentes, falsean sus declaraciones –como se observa en los documentos, prácticamente la totalidad de Zugarramurdi y de la zona de Xareta y valles de alrededor eran monolingües euskaldunes– y crean un relato totalmente fantástico donde las brujas vuelan, se convierten en monstruos, se comen a los niños y los licántropos campan a sus anchas. Esa es la ficción. La realidad la podemos tomar del siguiente caso que traduce un escriba de las declaraciones –en euskara– de una de las encausada en Zugarramurdi, Maria Barrenetxea. Ella declara que un grupo de frailes la raptaron, le hicieron beber de un cuenco, se le nubló la visión, perdió las fuerzas y el habla y la llevaron a la capilla de la iglesia y la desnudaron... El clérigo, tergiversa totalmente la declaración y la traduce como: que fue inducida por el demonio ha yacer con él por más de tres noches, que ella era el demonio, que había tenido deleites carnales muchas veces con el demonio y que Dios era su máximo enemigo. Es pues evidente que la desgraciada Maria Barrentxea fue violada por un grupo de clérigos. Como podemos observar la ficción supera a la realidad. A pesar de los extensos pasajes de terror que acompañan al Proceso de Zugarramurdi tampoco hemos querido ser reiterativos con ellos, no por su dureza o violencia explícita, sino porque creo que ha sido en favor de una narración mas fluida y para poder dejar sitio a otros aspectos que también queríamos dejar caer en el cómic».

Otro elemento a tener en cuenta dentro de la narración es la época en la que se desarrolla. Mindegia nos aclara que «está claro que el contexto histórico es un claro condicionante de lo sucedido, y en la condenas confluyen varias motivaciones. Todas ellas, tienen que ver directamente con el sistema que se quería imponer: un sistema patriarcal, por eso la mayoría de las condenadas eran mujeres; cristiano, por lo que mataron y condenaron a aquellas que tenían otro tipo de creencias; y, en el caso concreto de Nafarroa, castellano. Hay que tener en cuenta que la Inquisición se hizo notar no solo en Zugarramurdi, también en muchas otras zonas de Nafarroa –Baztan, Malerreka, zona media…– pero adquirió especial relevancia el caso de Zugarramurdi. Cosa que no es casualidad: unos meses antes, el inquisidor Pierre De Lancre castigó a unas 60 personas en la costa de Lapurdi, y parece ser que fue él quien le pasó “el informe” al inquisidor que acudió a Zugarramurdi, a Valle Alvarado. Los juicios que tuvieron fueron de todo menos justos, empezando por que no tuvieron ningún interlocutor que supiera hablar euskara. ¿Qué tipo de defensa iban a tener si ni siquiera podían expresarse?».

Antes de que nuestra hoguera imaginaria se apague, el artista Adur Larrea nos descubre que se siento «orgulloso de no haber caído en la tentación de dibujar escenas fantásticas, esotéricas llenas de monstruos, brujas y magia. ¡No sabes lo duro que es para un dibujante dejar pasar eso! Por supuesto, poder dar cuerpo a un maligno comisario de la inquisición, a un villano en toda regla, con toda su conspiranoica maldad, ha sido muy atractivo».

Finalmente, y a modo de epílogo, Miren Mindegia destaca que el proceso creativo de “María Zugarramurdikoa” no resultó en absoluto complejo sino más bien «todo contrario, ha sido muy fácil trabajar con Adur. Entendió desde el principio cuál era la idea y la trasladó al formato y narrativa de cómic, ha hecho un gran trabajo de documentación en cuanto a los diálogos, usando el euskara de Zugarramurdi, y también en cuanto a todo el tema visual: los trajes y vestidos, lugares concretos como el monasterio de Urdazubi, la iglesia de Zugarramurdi, incluso la misa en latín… Ha sido un lujo poder hacer este trabajo con él, la verdad», reconoce.