Ramón SOLA

DEL INFIERNO AL CIELO SOLO HABÍA CUATRO TEMPORADAS

2014-15 fue la temporada que estuvo a punto de acabar con Osasuna: al descenso tras 14 años le siguió la revelación de la deuda y la corrupción, y casi la caída a Segunda B. Cuatro años después, todos los astros han cambiado de signo en una fecha redonda: el centenario.

Uno de los himnos habituales de El Sadar es ese que dice: «La gente no va a entender/ porque nunca lo vivió/ salvarse en el último minuto/ de la desaparición». Efectivamente, un gol del defensa Javi Flaño en Sabadell en junio de 2015, en un partido dramático, rescató «in extremis» a Osasuna del descenso a Segunda B que hubiera supuesto seguramente la liquidación del club, con una deuda cercana a 80 millones, sospechas aún no juzgadas de amaño de partidos, fuga de clubes convenidos...

Aquella tarde, llegar al centenario no estaba asegurado para el club de la Plaza del Castillo, nacido en 1920 (o 1919 según las últimas revelaciones). El sorprendente –y efímero– retorno a Primera en 2016 encauzó la cuestión económica, aliviada ya por un rescate inicial de las instituciones navarras. Pero 2019 ha dejado pequeña cualquier previsión: a otro ascenso en un año que parecía de transición le ha sucedido la explosión del equipo femenino (ascendido a Primera B tras jugar tres veces en El Sadar y llegar a reunir más de 10.000 espectadores), la posibilidad de que el filial recupere la Segunda B (líder destacado en su grupo de Tercera, lo que le da doble opción en el play-off), la constatación de que la deuda está casi reducida a cero, y el lanzamiento de una potente reforma del estadio.

Osasuna vuelve a Primera en una situación económica saneada, con su red de filiales recuperada, un equipo en que la cantera pesa más que en último ascenso... y la guinda de esa remodelación para llegar a 24.000 espectadores. No ha dejado de ser otra casualidad afortunada, porque cuando en febrero los socios aprobaron que la reforma fuera integral (y no básica), decantándose por el proyecto denominado Muro Rojo, todavía el equipo parecia tener el play-off como mejor objetivo, y los más cautos alertaban de que hay campos con esa capacidad que están vacíos en Segunda B.

Si 2019 ha sido espectacular, 2020 puede ser un carrusel de emociones, con la celebración de los 100 años (aunque sean finalmente 101) sumada a la reinaguración del estadio estrenado en 1967 y que se espera tener remozado para finales del próximo año. De paso, los casi 50 millones de ingresos televisivos permitirán acabar con la pesadilla de la deuda. En lo social también se están haciendo muy bien las cosas, aunque ciertamente la hinchada nunca falló; hay datos de difusión brutales como que Osasuna haya sido en abril el tercer mayor club europeo de Segunda en el ránking de interacciones de Instagram, solo detrás del Aston Villa y el Hamburgo.

Un ascenso la pasada semana en el no-partido ante el Reus hubiera culminado la enrevesada «vía catalana» de Osasuna: se salvó en Sabadell, subió en play-off ante Nástic y Girona, y volvió a bajar con un 7-1 en el Camp Nou. Casi fue en Cádiz y ha terminado cayendo en Albacete de rebote. Mantener la categoría deportiva es ahora el gran reto, para lo que existe experiencia reciente tras el desastre de la 2016-17 (apenas 22 puntos en los 38 partidos). Hay un detalle importante que juega en favor de la planificación de la temporada; al contrario que entonces, cuando el equipo subió con junio muy avanzado y por sorpresa en un sprint final imprevisible, ahora la dirección deportiva de Braulio tendrá tiempo para diseñar la plantilla. Ya lleva unas semanas en ello.