Amparo Lasheras
Periodista
AZKEN PUNTUA

La verdad más criminal

Acabo de leer un libro que habla sobre la migración de los años 30 en Nueva York. En la calle 14, cerca del Village, o en Cherry Street, hombres y mujeres llegados de Asturias, Galizia, Andalucía, Catalunya y también desde Euskal Herria, intentaban sobrevivir y crear su propia historia desde el desarraigo y el olvido que acompaña siempre al migrante pobre. En aquella Nueva York de pobres y ricos, los trabajos más duros, los peor pagados, los más explotados y humillantes, eran los únicos a los que podía acceder cualquiera que hubiera atravesado el Atlántico con un pasaje de tercera. Apoyados por su propia solidaridad de clase, resistieron los envites de una vida solitaria y desconocida, lograron salir adelante y, como otros muchos migrantes europeos, ayudaron a construir la fascinante ciudad que, hoy, es Nueva York.

No obstante hay cosas que no cambian nunca. En este flamante siglo XXI, lo mismo en Nueva York, que en París o Madrid, los migrantes que consiguen cruzar México o atravesar el Mediterráneo sin encontrarse con la muerte, continúan siendo un ghetto social, al que se le necesita económicamente, pero al que se le arrincona en barrios de exclusión para que no enturbien la foto turística. Su existencia y sus historias representan la verdad más cruda, menos bonita, más criminal y más molesta para este capitalismo que no cesa de refundarse.