Raimundo Fitero
DE REOJO

Greta

Alguien que se atreve a gritarles a los mandamases del mundo: «me habéis robado mis sueños y mi infancia», entre otras muchas denuncias emocionales, sentimentales, políticas y ambientales, merece, cuando menos, un gran respeto. La sueca Greta Thunberg les espetó con claros signos de indignación y rabia a los que están en Nueva York en la llamada Cumbre del Clima, que será, una vez más, una cascada de reproches entre ellos, de manifiestos neutros, de proclamaciones no vinculantes, de pocas acciones que paren desde ya la degradación general. Está claro que los intereses económicos presionan para que todo se mantenga igual o parecido y cambiar los hábitos generales, se acabe con los plásticos de un único uso, los coches de combustión desaparezcan y otros asuntos que tienen urgencia fuera de contaminaciones ideológicas.

El movimiento que lidera Greta, puede ser una alternativa hasta que sea abducido por opciones políticas partidistas. De momento hay que escucharla, ver cómo repercute en nuestros institutos y universidades, las consecuencias en nuestra vida de esa actitud. Cada uno puede optar por cambiar algo de los hábitos que tenemos de manera hereditaria y que hoy se sabe que forman parte del desastre, para contribuir a mejorar el conjunto. Es un camino, pero no hacer nada es hacer la autopista hacia el ocaso.

Pero una sentencia del TS viene a subir los ánimos del politiqueo medio con optimismo desbordado: han autorizado la exhumación del genocida Francisco Franco de su mausoleo en el valle de los Caídos para volverlo a enterrar en un cementerio. Décadas de retraso. Lo que se visualiza ahora mismo de una manera obvia es que existen partidos con demasiado olor franquista por lo que hay que poner todo en prevención. Sus reacciones públicas a esta sentencia dan miedo.