Oihane LARRETXEA
DONOSTIA

Kiputz, una ventana a la última glaciación

La sima de Kiputz, ubicada en Mutriku y descubierta en 2003 por un grupo de arqueólogos de Azkoitia, fue hace 20.000 años una trampa mortal para bisontes, renos y osos. Tras cuatro años de excavaciones, el Museo San Telmo de Donostia recoge en una exposición que se podrá ver hasta febrero todo lo encontrado, intacto, porque allí no hubo presencia humana. Visitarlo es un viaje a la última glaciación, una ventana abierta a nuestra propia historia.

Kiputz es un agujero casi circular de 2,5 metros de diámetro y seis de profundidad. Era una trampa mortal para los animales que caían en él. Una vez dentro no había forma de salir y su muerte era cuestión de tiempo. Se ubica al final del valle del Deba y fue descubierta en 2003 por el grupo de Arqueología Munibe de Azkoitia. Un año después de su descubrimiento comenzaron las labores de excavación; trabajaron codo con codo durante cuatro veranos consecutivos equipos especializados de arqueólogos y paleontólogos de la UPV/EHU, Aranzadi y Munibe Arkeologia Taldea. El resultado es asombroso: fueron recuperados 18.296 fragmentos óseos, como dientes, huesos y cornamentas. La riqueza es «excepcional».

En la presentación de la muestra, que lleva por título “Kiputz, un abismo en la prehistoria” y estará abierta al público hasta el 9 de febrero de 2020, la emoción era visible en los rostros de los especialistas que han trabajado intensamente en la sima. Pedro Castaños, junto a Xabier Murelaga comisario, detalló que se ha logrado identificar el 70% de lo hallado. El 30% no ha sido posible clasificar dado su mal estado de conservación.

Las labores han permitido recuperar los más abundantes conjuntos paleontológicos de renos, bisontes y ciervos de toda la Península Ibérica, a menudo esqueletos casi completos como los tres que ahora se pueden contemplar en San Telmo: un reno, un ciervo y un espectacular bisonte estepario de casi mil kilos, cuyo cráneo, uno de los mejor conservados de Europa, constituye la verdadera «joya de la corona» de la colección.

Sin intervención humana

Destacaron de Kiputz que es un yacimiento «muy representativo del momento en el que vivieron estos animales» gracias, en gran medida, a que la presencia humana en este lugar fue «inexistente». «Era como una gran trampa de mariposas, caía lo que había» y quedaba tal cual en el lugar; luego se puede extraer fielmente qué animales existían. También ha ayudado la escasa presencia de depredadores en la sima que hubieran podido devorar los cuerpos de los herbívoros.

Los restos retrotraerán al visitante entre 18.000 y 20.000 años atrás, cuando sucedió «el último gran invierno» de la «última gran glaciación». Se trata de un momento climático particular en el que se alternaban periodos fríos y otros más cálidos, alterando los ecosistemas y la distribución geográfica de las especies que habitaban el planeta.

En la última glaciación la cornisa cantábrica era una gran estepa donde pastaban animales imposibles de encontrar hoy en día en nuestras montañas, como renos, rinocerontes lanudos o bisontes esteparios incluso mamuts, que cohabitaron con el ser humano aunque fueron desapareciendo a medida que el clima fue templándose.

Aunque resulte difícil imaginarlo, por aquel entonces el mar se encontraba unos 18 kilómetros más alejado de la línea de costa actual y lo que hoy es la plataforma marítima continental servía de inmensa estepa, a menudo cubierta de nieve y vegetación escasa.

Murelaga sobre todo se mostró satisfecho de poder reportar a la sociedad los resultados de un trabajo que ha sido «apasionante». También recordó muy emocionado a Miguel Sasieta, fundador de Munibe Arkeologia Taldea y fallecido a los 88 años hace apenas un mes.

El museo ha organizado dos visitas guiadas en primera persona. El 12 de diciembre las explicaciones correrán a cargo de Castaños (en castellano) y el 16 de enero será Murelaga quien desgrane la historia de Kiputz, en euskera. Igualmente, hay talleres familiares los días 23 y 30 de noviembre, el 14 de diciembre y el 25 de enero.