Cuarenta y dos años después del estreno de la primera entrega de “La guerra de las galaxias”, la monumental space-opera imaginada por George Lucas cierra su ciclo con “Star Wars. Episodio IX: El ascenso de Skywalker” y lo hará como premiere europea en el teatro Victoria Eugenia de Donostia, el mismo punto en el que también fue estrenada en Europa una película que por entonces no sabíamos que llevaría por título “Star Wars. Episodio IV. Una nueva esperanza” y que daría paso a una de las franquicias más rentables de la historia del cine.

Una cita, la donostiarra, sacudida por la polémica debido al enfado que ha generado en las redes sociales la opción de que la novena entrega tan solo pueda ser visionada por un selecto grupo de espectadores que tendrán acceso mediante invitación. A estas invitaciones se sumaría la presencia de personalidades del ámbito cultural y deportivo.

Para dar mayor empaque a la proyección que tendrá lugar esta noche a partir de las 22.00, se asomarán a las inmediaciones del teatro donostiarra, a partir de las 19.30, miembros de la Legion 501, Mandalorian, Rebel Legion y los Astromech, acólitos de la saga de George Lucas que lucen al detalle los uniformes que engalanan el imaginario galáctico. 

En una Donostia muy lejana

El principal responsable de que “La guerra de las galaxias” asomara en la 25 edición del Zinemaldia, fue su por entonces responsable, Luis Gasca, y acompañando al filme, se presentaron en Donostia Harrison Ford y Carrie Fisher.

Quien no acudió fue George Lucas el cual se encontraba ultimando los detalles del nuevo proyecto que estaba desarrollando junto a su amigo Steven Spielberg y del que, curiosamente, Harrison Ford sería su protagonista, “En busca del arca perdida”.

El sábado 17 de setiembre de 1977, a las 9.00 se proyectó por primera vez este filme icónico que, posteriormente pudo ser disfrutado a las 21.00 y a las 22.30 en el ya desaparacido cine Astoria. En la retina del recuerdo todavía queda impresa la imagen de aquel reportero de TVE en blanco y negro que revelaba a los telespectadores diferentes personajes y máscaras que aparecían en la película. En aquella intervención catódica, dicho reportero legaría para la posteridad la reinvención del nombre del pequeño robot R2D2 como “Arturito”.

Finalmente, y en cuanto se apagaron las luces y asomó en la pantalla  aquel interminable destructor imperial, el cine descubrió una nueva frontera.