Raimundo Fitero
DE REOJO

Neblina

Los chimpancés se convierten en espectros graciosos en la neblina de la jungla. Un helicóptero avanza por la neblina californiana atravesando el tiempo y llega a un destino final para siete personas. En la bola de fuego que convierte la neblina en agua sucia, está un atleta, una leyenda, un jugador de baloncesto, Kobe Bryant y su hija, más otros acompañantes, por lo que el segundero de todos los relojes de todas las redacciones globalizadas se paran y hacen un hueco para convertir esta trágica noticia en un canto a la memoria que instaura una alienación colectiva sobre el héroe, la muerte, la tragedia y los tiempos basura del baloncesto y de la vida.

También entre la neblina se ven unas coreografías de retroexcavadoras y grúas móviles en Wuhan, el epicentro de una epidemia vírica que tiene a toda China en alerta, construyendo en tiempo récord un hospital. Contemplar este poderío infraestructural es un macabro contra retrato de la verdad, una suerte de oxímoron tácito. Se puede hacer una obra de ingeniería y arquitectura de urgencia militar en pocos días, pero un virus se extiende, no existen recursos para combatirlo o prevenirlo, se presiona a los investigadores, farmacéuticos, químicos, para lograr con la misma rapidez una vacuna o un antídoto, pero la inmensa mayoría del inmenso territorio chino está siendo afectado. Terror en el país preponderante; miedo en la cultura milenaria. De los animales a los humanos y de los humanos a los humanos. Ese camino debe interrumpirse.

Tras el ballet de retroexcavadoras, las comunicaciones de trasparencia neblinosa de las autoridades chinas existen, de momento cerca de un centenar de muertes. Y no abren noticiarios ni están en las primeras páginas. Se debe a que estamos en el ciclo informativo de las emociones que tapan decisiones descabelladas.