Nagore BELASTEGI

Juegos de niños que pretenden sanar las heridas del conflicto

Siete personajes juegan en el patio de un colegio. Los juegos servirán de puente para que cada uno cuente sus miedos y su dolor. «El patio de mi casa» («Harri orri ar» en euskara), es una obra de teatro sobre el conflicto vasco que tiene el objetivo de acercar posturas hacia un futuro de tolerancia y convivencia. En la misma se explican diferentes situaciones que han ocurrido en Euskal Herria que, aunque las han maquillado un poco, son reconocibles.

Si tuviéramos que elegir una palabra que definiera la nueva obra de Pez Limbo, “El patio de mi casa” (“Harri orri ar”, en su versión en euskara) sería «convivencia», pues parte, según su directora María Goiricelaya, de los «grandes momentos de convivencia que se han dado en relación a víctimas de ambos lados» del conflicto vasco.

Cuando tenía listo el texto se lo pasó a su amigo, también actor, Mikel Losada, quien le contó que uno de los pasajes habla sobre una amiga en común; en la obra se hacen referencia a diferentes sucesos reales –aunque los han difuminado–, entre los que se encuentra el suicidio del miembro de la mesa nacional de HB Eugenio Aranburu ‘Txo’ para evitar ser detenido. Fue encontrado muerto por su sobrina. «Fue un episodio sonado pero yo no sabía que mi amiga era la niña que había encontrado a su tío. A raíz de eso hablé con ella, me pasó la entrevista de Haritz que le habían hecho en Radio Euskadi con Maria Jauregi, me pareció que aquello era precioso y emotivo, un ejemplo de convivencia y una mirada positiva hacia el futuro», cuenta la directora.

En escena nos encontramos a siete personajes en el patio de un colegio. No se conocen y no saben muy bien por qué están ahí. Mediante los juegos tradicionales infantiles, los personajes –de diferentes generaciones e ideologías– descubren que aunque hay cosas que les separan, también hay cosas que les unen. «Los juegos son como una especie de péndulo y sirven para transitar de una vivencia a otra. Es una licencia que nos hemos tomado. Los personajes se van conociendo en el patio a través de los juegos, y con el salto entre uno y otro se van contando sucesos de la historia política de Euskadi que han sido relevantes», cuenta Goiricelaya.

Lo que vamos a ver son «sus encuentros y desencuentros, sus blancos, negros y grises, y cómo personajes que a priori no se encontrarían porque tienen posturas diferenciadas, se encuentran en esa parte que nos une a todos los seres humanos y que tiene que ver con cómo empatizamos con el otro, con cómo aprendemos a respetar el dolor ajeno y cómo podemos llegar a sanar heridas poniéndonos en el lugar del otro».

De todos los colores

Para crear a cada personaje han jugado con el estereotipo, pero desde el respeto. «Hay un personaje que se puede identificar con un corte más pepero, otro más del PNV, Bildu… jugando con el prejuicio, que es algo que se nos activa muchas veces sin conocer a la persona o conociéndola muy parcialmente, hemos intentado desgranar la pluralidad y la diversidad ideológica que hay», nos ha explicado.

Aunque durante el espectáculo se hagan bromas sobre los «bandos», no es una obra de humor: «Es verdad que respeto mucho el humor como género y creo que cada vez tenemos que estar más preparados a tratar eso, pero la realidad es que el País Vasco es un lugar donde todavía pesa mucho la sangre y las heridas. Este espectáculo es un puente. Quiere respetar todo tipo de dolor», ha manifestado la autora añadiendo que no sabe si es «demasiado pronto para el humor» pero que espera que «con el tiempo seamos capaces de curar heridas a través de él». Mientras llega ese momento, ella ha optado por «la empatía y la sensibilidad». «Creo que todos los humanos somos capaces de entender el sufrimiento ajeno», ha opinado.

Función de transmisión

Uno de los puntos importantes de “El patio de mi casa” es «la espiral del silencio», lo que nos ha coartado a todos de expresarnos abiertamente. En su caso, Goiricelaya no sabe a quién votan sus padres o su hermana, por ejemplo. «Hay un proceso de cicatrización y todavía no somos capaces de contar muchas cosas», asegura.

Además, cree que hay una desconexión con las generaciones más jóvenes. Según dice, las estadísticas apuntan a que los menores de 35 años no asumen el conflicto vasco como propio «porque no han vivido muchos hitos». «No saben quién es De Juana Chaos, Ortega Lara, quizás les suena Miguel Angel Blanco de algo, no tienen mucha conciencia de la dispersión. No conocen los diversos dolores, y creo que es importante que los jóvenes sepan dónde estamos, de dónde venimos y que sepan asimilar la memoria como algo que hay que rescatar y no dejar que el tiempo borre de forma gratuita», sentencia.

El estreno de la obra tendrá lugar mañana en el Teatro Principal de Gasteiz en su versión en euskara, y mañana volverán en castellano. Lo mismo ocurrirá la semana que viene en el Arriaga de Bilbo, y más tarde, dentro del programa de dFeria, en Donostia, iniciando así su gira por Euskal Herria.