Raimundo Fitero
DE REOJO

Pretensión

Ahora resulta que el oasis vasco, el brote de coronavirus se detecta en un hospital de referencia. No tengo ninguna pretensión de acusar a nadie de lo que no se puede acusar a nadie, peor que nadie piense que, por no acusar a nadie de lo que nadie puede acusar a nadie, signifique que no se deba empezar a pensar en que alguien debe tener más responsabilidad que nadie, para que estas cosas no sucedan y, por lo tanto, pueda recibir el reproche administrativo, sanitario, técnico o político, o todo en un mismo paquete con lacito.

Todo se ha iniciado al ver unas fotos, unos vídeos y unas declaraciones de los refugiados en una frontera. «Nos pegan, nos roban y nos devuelven al mar». ¿De qué lado estaban los que hacían esas barbaridades a personas indefensas? Exacto. Somos nosotros, son los nuestros, en las fronteras sur o este, quienes ejercen esa violencia histórica, esa desangelada acción que dejará unas imágenes de barbarie. Mi pretensión es denunciar nuestra pasividad cómplice, nuestra manera de dejar en manos de funcionarios de mierda un asunto que afecta a la propia condición de personas, de los derechos humanos más básicos.

Cuántos muertos ha producido esta barbaridad de violencia contra los migrantes? ¿Cuántas personas mueren al día en el Mediterráneo, en los campos de refugiados, en todas las fronteras violentas de la Tierra? ¿Dónde están las campañas de prevención, el teletrabajo, el cierre de parlamentos, el aislamiento de gobiernos contaminantes, de fábricas de armas para evitar el contagio universal? Es mi pretensión ingenua. Porque la pretensión del resto del mundo es dejarse alarmar por el coronavirus, entrar en la paranoia decretada por el Gran Capital en sus disfraces más cercanos y olvidarnos de lo importante. Aunque cada vez es más difícil saber qué es lo importante.