Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

Vamos a contar verdades

Que me perdone Valle-Inclán el desatino por proclamar solemnemente que todas las fuerzas vivas del país están vivas. Si alguien tiene alguna duda al respecto, le remito a las ruedas de prensa en las que el Gobierno español informa sobre la pandemia. Una ceremonia con sus despachos de lo concerniente al Ejército, la Policía Nacional y la Guardia Civil, y el modo de hacer la guerra ofensiva y defensiva al coronavirus. Sin embargo, la guerra no es guerra.

Ya no asistiré más aterida y encogida al espectáculo cotidiano en el que se ensalza a una institución patriarcal cuya función es asegurar la legitimidad y la permanencia de España como unidad de destino en lo universal. Las bajas, los héroes, las mártires y las consignas ocultan la realidad de las jerarquías y las desigualdades sociales. Basta con no mencionarlas.

Paso de ceremonias de la confusión, en la que las fuerzas y cuerpos de seguridad encarnan la autoridad indiscutible que vela por nuestra salud, al mismo tiempo que detentan el monopolio de la violencia. Cualquier organización que se proclame feminista, socialista, antimilitarista, ecologista y antirracista, no debería contribuir a naturalizar las condiciones materiales de (re)producción de una cultura –e industria– militarista que no ofrece esperanza alguna.