Cuarentena real en un mundo que no lo parece

La ciudadanía se prepara para el confinamiento». Ese era el titular con el que abríamos este periódico el día siguiente de decretarse el estado de alarma. Oficialmente entró en vigor el 16 de marzo, lunes, pero llevamos encerrados en casa, con las salvedades conocidas, desde el sábado anterior, cuando Pedro Sánchez explicó el alcance de la insólita medida. Por tanto, hoy cumplimos los cuarenta días que dan nombre a la «cuarentena», un término de reminiscencias bíblicas pero que proviene de la frase italiana quaranta giorni y tiene su origen en los primeros años de la peste negra.

Es por tanto una palabra de largo recorrido en el lenguaje sanitario, que se utiliza para referirse al aislamiento por razones médicas, y la hemos usado desde el principio de esta crisis. Pero, ¿aquel 14 de marzo imaginábamos que cuarenta días después estaríamos como estamos hoy? Probablemente, no. De hecho, entonces lo que la mayoría teníamos en mente era que íbamos a estar en casa un par de semanas o alguna más hasta que pararan los contagios y que luego volveríamos a una normalidad más o menos alterada. Basta recordar que el lunes de esa misma semana, el 9 de marzo, el Gobierno de Lakua había anunciado el cierre de los centros educativos de Gasteiz… ¡hasta el día 23! Ha sido durante este tiempo bajo llave cuando le hemos tomado la medida a lo que tenemos entre manos.

Por ponerlo en contexto: el primer día de confinamiento se llegó a los veinte fallecidos por coronavirus en Euskal Herria, una cifra terrible, solo que ahora ya pasamos holgadamente de los 1.500. De hecho, ayer mismo parecía que había que congratularse de que “solo” hubiéramos contabilizado 25 víctimas. Nos hemos acostumbrado a sumar muertos por decenas con una naturalidad pasmosa.

¿Pensábamos a mediados de marzo que seis semanas después habrían fallecido 1.527 personas en nuestro país por una enfermedad de la que no había rastro hasta finales de febrero? Desde luego, el Gobierno de Lakua no lo pensaba, porque las medidas que propuso Iñigo Urkullu aquel mismo viernes, antes de que Sánchez y la realidad le pasaran por encima, eran mucho menos estrictas. Es más, oficialmente estábamos en precampaña.

El pico de infectados por el Covid-19 llegó durante la segunda semana del confinamiento, la última de marzo, lo que indica que para entonces el virus estaba ya muy extendido. Casi habrá que agradecer que Sánchez metiera mano... o abochornarse porque otros no lo hicieron a tiempo. Luego, los contagios han ido cayendo poco a poco gracias al esfuerzo colectivo, con dientes de sierra que nos machacan como si fueran sierras de verdad, y con los fallecimientos aminorando mucho más lentamente.

Y así hemos pasado cuarenta días. Hoy albergamos la esperanza de ver llegar el verano desde la calle y cruzamos los dedos para que la reapertura de las fábricas no lo chafe todo.

De normalidad, claro, ni hablamos. Imposible cuando hemos perdido una primavera y más de mil quinientas vidas.