Amaia EREÑAGA

Librerías y galerías abren a la nueva (y rara) cotidianeidad

Ojeas el libro, miras la solapa. Levantas la vista y parece que estás en una de ciencia ficción: te has limpiado las manos en gel hidroalcohólico y no ves un carajo porque las gafas se te han empañado con la mascarilla. Es lo cotidiano. Y es muy raro. Una normalidad extraña la que se vivió ayer de forma generalizada en librerías y tiendas de discos, la «avanzadilla» del sector cultural en esta vuelta a la normalidad.

No se sabe cómo va a ser el futuro más próximo. Puede que más negro en lo económico y que conlleve aparejado un cambio de costumbres. Igual que antes seguro que no será. De acuerdo, será diferente ¿pero, hacia dónde vamos? Unas preguntas que rondaban en el aire ayer, en el primer día de la desescalada en toda Euskal Herria, con muchas incógnitas y bastantes prevenciones, sobre todo en el caso concreto de la CAV, con la entrada en una fase 1 algo “descafeinada”... que muchos intentaron soslayar con la búsqueda de una terraza donde tomar un café como en los viejos tiempos, antes de la llegada del Covid-19.

Han pasado solo ocho semanas desde entonces, pero parece que estemos en otra era. Tanto en el norte como en el sur de Euskal Herria, al igual que el resto del pequeño comercio, librerías y tiendas de discos abrieron ayer sus puertas equipadas con mamparas, geles y demás medidas de seguridad, en el que parece el principio de un camino lleno de dudas, expectativas y búsqueda de soluciones para salir vivos de esto. Dubitativas estaban también las galerías de arte, por ejemplo, pese a que se les permitía abrir en esta fase. Hubo decisiones de todos los tipos: algunas, como la galería donostiarra Ekain, optaron por hacerlo, aunque con cita previa. Otras, como la bilbaina galería Lumbreras, esperarán dos semanas más, «aunque seguimos muy activos en las redes», apuntó Begoña Lumbreras. En la línea de este cambio de costumbres que ha conllevado el confinamiento, han colgado online en su página web la estupenda exposición sobre Neofiguración Vasca que preparaban cuando llegó la pandemia. «Lo que pasa es que las galerías de arte estamos en una situación un poco extraña, porque, al principio, en la fase 1 se hablaba de la apertura de los museos con un 30% del aforo y solo la zona expositiva, mientras en la fase 2 se hablaba de las salas de exposiciones. El Consorcio de Galerías, la asociación de galerías a nivel nacional de la que somos socios, se puso en contacto con el Ministerio para ver qué pautas seguir. Y, básicamente, la respuesta es que no lo tenían muy claro y que ya nos darían una respuesta. Cada uno va a hacer lo que considere, pero sin tener unas pautas muy claras», agregó la galerista.

Un día diferente en Donostia e Iruñea

Con el mes de junio fijado, al menos en la CAV, como el inicio de la apertura de los museos y de lo que se ha denominado el “verano cultural” –que también será progresivo; o sea, que nadie espere que de un día para otro todo vuelve a ponerse en marcha–, la apertura de las librerías y las tiendas de discos da una idea de por dónde van a ir los tiros. Y también los cambios de costumbres. Gexan Sors, director comercial y de marketing de Elkar, reconocía la sensación de extrañeza, tras varias semanas de preparación con el objetivo de abrir ayer sus 18 tiendas distribuidas por la geografía vasca. ¿Y se vendió bien? «En este momento, es lo menos importante para nosotros: los clientes han entrado con normalidad, los trabajadores han estado tranquilos, no ha habido problemas». ¿Y la situación en general? Elkar planteó un Erte para sus librerías en marzo. «Tenemos distintas líneas de negocio, con la distribución, la editorial y las tiendas, y no te oculto que la situación es muy dura».

A la espera de estudiar con más detenimiento los números, lo que sí se ve claro es que «esto nos sitúa en un nuevo paradigma, porque hemos pasado de valorar la masificación, en el buen sentido, el de juntar cuanto más gente mejor, a que tengamos que repensar nuevas realidades y nuevas relaciones con los clientes. Tenemos además un reto como pueblo, que es que si el inglés y el castellano están bien representados en internet, el euskara no. Hay que hacerle un lugar al euskara, porque internet tiene muy poco de democrático en ese sentido».

Para Xabier Maeztu, de la librería Katakrak de Iruñea, el día también había sido raro. «Ha habido de todo, desde quienes han cogido la dinámica enseguida, hasta quienes les tienes que decir que se laven las manos. Se piensan que estás de broma y tú: ‘¿En serio que has estado confinado dos meses?’. Nosotros tenemos a nuestro favor el aforo, que la tienda es grande, pero que no se pasa de metros [es a partir de 400 metros cuando se consideran grandes superficies]. Si hiciésemos presentaciones de libros sí que nos pasaríamos, pero como no se pueden hacer...». La que sí han abierto es la terraza, un patio en realidad, que tiene permiso para su utilización como terraza y que hasta ahora no había utilizado. Porque uno de los puntos fuerte de esta librería de Iruñea es su oferta diferente y su cocina, con sus menús y sus postres estupendos... que ahora se pueden pedir para llevar a casa. «Hoy hemos abierto por primera vez la terraza y desde primera horas había gente. Al mediodía había una docena de reservas para comer», agregó Luis Soldevila. La nueva situación ha traído cambios, como las ventas online y la necesidad de cambios, como la distribución. De momento, se plantean iniciar esta misma semana la distribución de su libros en bicicleta en la zona de Iruñerria.

Ciencia ficción y feminismo

Fernando Tarancón más que un librero de una tienda de cómics parece salido de alguno de los ejemplares que se despliegan por Joker, uno de los establecimientos referenciales del mundo del cómic. Mascarilla, visera de plástico y entrada por un lateral de la tienda, para mantener todas las medidas de seguridad. Al acceder a este “templo del cómic” hay que limpiarse las manos, amigos. Tarancón es, a su vez, socio de Astiberri, la editorial de comics con sede también en la capital vizcaina y una de las editoriales punteras en el mercado europeo. El año próximo, Astiberri cumplirá 20 años; Joker tiene nada menos que 25, los últimos cinco vividos en la espaciosa tienda de la bilbaina calle Euskalduna.

Ocho trabajadores y casi 300 metros cuadrados de tebeos. «Esto ha sido una hostia del copón», reconocía Fernando Tarancón, quien no ha querido vender online durante el confinamiento: «Porque esto no es un producto de primera necesidad. Yo tengo que ir a la cama tranquilo, pensando que he hecho lo que tenía que hacer. Que cada uno duerma con su conciencia y es que ni siquiera sé lo que está bien ni está mal, porque esta es la primera pandemia que pasamos todos. Yo no tengo ninguna respuesta y me siento un impostor hablando de esto [del futuro]. Todos los días, unas 10 o 12 veces, piensas que saldremos de esta; y 10 o 12 veces piensas que no, que volvemos 20 años atrás. No lo sabemos: tenemos una base de clientes fiel, pero lo primero es comer y, si alguna persona ha perdido el trabajo, lo que no va a hacer es comprar tebeos. Lo que sí hemos visto es que la cadena de libros se ha portado muy bien. La experiencia mayoritaria con libreros, editores y distribuidores es que la gran mayoría han entendido perfectamente que, o salimos todos de esto, o no sale nadie. Nosotros estamos en un grupito de librerías referentes y, entonces, hemos hablado con mucha gente para tranquilizarnos unos a otros, más que para otra cosa. Yo creo que las editoriales están actuando con cabeza; por ejemplo, la gran mayoría van a sacar muchas menos novedades».

A la vuelta de la calle, en la paralela Elkano, está Louise Michel liburuak. El espacio, que se define como la primera librería feminista de la capital vizcaina, lleva en marcha solo cuatro años –los cumplieron en plena pandemia, el 27 de abril– y es una iniciativa social y asociativa, que incluye un espacio para presentaciones, conciertos y debates.

Esta librería, que toma su nombre de la escritora y pensadora anarquista francesa Louis Michel, no es de las habituales. Ni en su oferta, ni en su estructura, porque tiene miembros que sustentan el proyecto con cuotas para el consumo. Unas cuotas que pueden ser mensuales o bimensuales y que les sirven de apoyo. Eneko Álvarez y Cristina Saez regentan la librería, y ayer andaban todavía “aterrizando” en esta nueva situación. «Hemos reactivado la campaña de socios –explica Eneko Álvarez–. La gente ha tenido bastante empatía con la situación que podíamos tener y sí que ha aumentado el número de socios. Si antes teníamos 30, ahora podemos tener 100. La gente veía que obviamente teníamos un problema económico, porque somos una cooperativa muy pequeñita, y sí ha habido este movimiento de solidaridad, aunque, así como te digo esto, sí te digo también que hemos percibido que ha habido quien ha aportado 150 euros mientras que otros lo hacía con 5 euros, porque tienen una incertidumbre laboral importante. Te apoyan moralmente, pero también lo están pasando mal. Es gente autónoma del mundo de la cultura que se ganaban la vida difícilmente y que ahora lo tienen muy fastidiado».