Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
Interview
EMPAR AGUADO-BLOISE
PROFESORA DE SOCIOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA DE LA UNIVERSITAT DE VALèNCIA

«Querer sacar adelante el curso a cualquier precio no facilita las cosas»

Profesora de Sociología y Antropología de la Universitat de València y miembro del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, Empar Aguado-Bloise está desarrollando junto a Cristina Benlloch y Anna Aguado una investigación sobre el impacto del confinamiento, el teletrabajo y los cuidados en la brecha de género.

Profesora e investigadora del Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València, miembro del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer (UV) y autora de libros como “Mujeres y hombres frente al desempleo. El caso español en la primera crisis del siglo XXI”, Empar Aguado-Bloise está desarrollando en este momento, junto a su compañera de Departamento Cristina Benlloch y la politóloga-jurista Anna Aguado, una investigación sobre las alteraciones que el confinamiento, el teletrabajo y los cuidados están produciendo en la conciliación. En entrevista telefónica con GARA, afirma que, con los centros educativos cerrados, la carga del seguimiento escolar de los niños y su cuidado está recayendo en las mujeres. Advierte de que esta situación está ampliando la brecha de género. «No estamos viendo una corresponsabilidad en cuanto a los cuidados; los padres aparecen en segunda línea», subraya.

Las conclusiones preliminares de este estudio basado en una encuesta y en entrevistas semiestructuradas a un determinado perfil de mujeres –«aquellas que tienen un alto nivel formativo y que en la actualidad están desempeñando desde casa una profesión cualificada con hijos en edad escolar, hasta 4º de la ESO»– han sido publicados en la plataforma de divulgación científica “The Conversation”.

¿Qué conclusiones preliminares extraen de las entrevistas que han venido realizando?

Las mujeres que están teletrabajando están agotadísimas. Algunas de las personas que cumplimentaron el cuestionario en las primeras semanas del confinamiento, nos manifiestan que si lo tuvieran que contestar en estos momentos lo harían de diferente manera. Esto nos indica que se puede iniciar el confinamiento con unos compromisos de corresponsabilidad en los hogares, pero que estos compromisos se pueden ir desdibujando por el camino. No es lo mismo hacer esfuerzos durante dos semanas que no saber tan siquiera si en setiembre tendremos que estar llevando toda esa asistencia sobre nuestros lomos. En parejas en las que al inicio del confinamiento había una mayor corresponsabilidad, ahora algunas responsabilidades masculinas se están relajando. Igualmente observamos una mayor flexibilidad por parte de las mujeres a la hora de acoplar sus tiempos de teletrabajo, que está mucho más expandido, mientras que en los hombres los horarios son mucho más rígidos. Muchas mujeres nos han trasladado la sensación de estar todo el día conectadas. Esto responde a una demostración de responsabilidad frente a sus superiores, algo que se da habitualmente en espacios masculinizados en los que las mujeres son una minoría y, por ello, sienten que tienen que estar continuamente demostrando su valía. No es suficiente con que trabajen lo mismo que sus compañeros hombres, sino que han de demostrar mucho más.

En algunas entrevistas también ha aparecido el sentimiento de culpa por teletrabajar y tener que imponer unas normas con respecto a los cuidados.

Otras de las cuestiones que se ven con claridad es que la responsabilidad del seguimiento escolar de los hijos e hijas recae mayoritariamente en las madres, así como el sacrificio por facilitar y organizar. También estamos observando el recurso de las pantallas digitales en niños de corta edad cuando, por ejemplo, se tiene una reunión que exige tener todos los sentidos puestos en ella y que haya un entorno en silencio. Claro, debemos de tener en cuenta que no en todas las casas se dispone de un espacio separado para trabajar y que, a veces, estos trabajos se producen en el comedor de la casa, en convivencia con otros miembros de la familia.

¿Le ha llamado la atención alguna de las conclusiones?

Personalmente me llama mucho la atención no encontrar en parejas jóvenes y con alto nivel educativo a más padres implicados con los cuidados de los hijos, porque los padres aparecen más implicados con respecto al reparto de las tareas domésticas, pero mucho menos en cuanto a los cuidados. Esto se produce en un contexto en el que los permisos por paternidad se han ampliado y en el que se habla mucho sobre las nuevas masculinidades, pero esto no se corresponde con el día a día. No vemos una corresponsabilidad en los cuidados. Los padres aparecen en segunda línea.

¿Qué factores pueden explicar este desequilibrio?

Uno de ellos es la socialización diferenciada y sexuada que aún recibimos; estamos inmersas en una cultura patriarcal. Podemos tener leyes para impulsar ciertos cambios en la sociedad, pero los cambios culturales no se producen de una manera tan rápida como la aprobación de una ley y su publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Hay una evidente naturalización de los cuidados en las mujeres. Probablemente esos vínculos afectivos preestablecidos se están dando más con respecto a las madres que a los padres. El confinamiento ha acentuado determinados comportamientos; si antes ya se colaboraba, ahora se hará de una forma más intensa y lo mismo pasa con los cuidados. ¿Cómo le vas a decir a tu hijo que no acuda a ti si su madre es la persona de referencia antes del confinamiento? Los vínculos afectivos preestablecidos siguen estando ahí. Una de las madres entrevistadas me comentaba que, de alguna manera, su criatura le estaba castigando a partir del establecimiento de esa corresponsabilidad. La pareja decidió establecer tiempos en los que la madre no podía atender a la criatura que, si bien durante el día buscaba la atención de su madre, por las noches, cuando se despertaba llamaba únicamente al padre. Todas estas emociones están encarnadas en nuestros cuerpos y están muy relacionadas con el sentimiento de culpa, que es el mejor aliado del patriarcado. No se trata solo de lo que queremos o debemos hacer, sino de lo que sentimos que debemos de hacer.

Las semanas de confinamiento, de teletrabajo con niños… está pasando factura. ¿En qué se está traduciendo a tenor de las entrevistas realizadas?

En crisis nerviosas. Algunas de las entrevistadas se han visto en la necesidad de hacer un cambio radical con respecto a las exigencias que se estaban autoimponiendo en cuanto al empleo tras sufrir una crisis nerviosa. Recuerdo el caso de una madre que entrevistamos a mediados de abril. Esta mujer tiene un cargo de responsabilidad. Está trabajando desde casa, al tiempo que se ocupa del cuidado de su hija que aún no ha cumplido los cinco años y de su hermano, que no llega al año. Todo esto sola porque su pareja está trabajando fuera del hogar. Esta mujer acabó con un ataque de nervios. Sabemos lo que son nuestros hijos e hijas y la necesidad que tienen de vivir el entorno, de cansarse, de descubrir, de gastar su energía. Estar en un recinto confinada y teletrabajando con dos niños pequeños es un polvorín, al que, no olvidemos, debemos añadir la presión con respecto al empleo.

El teletrabajo, sin embargo, se vendía como una herramienta para acortar la brecha de género en el ámbito laboral.

Por un lado, el teletrabajo ha sido un privilegio para no perder el empleo. Si tenemos que elegir entre tener empleo o que te metan en un ERTE o, peor aún, no te renueven el contrato, es un privilegio. Pero, desde el punto de vista de la conciliación es una absoluta mentira. A mí me recuerda las imágenes de nuestras tejedoras de principios del siglo XX tejiendo con las canasta del bebé a sus pies. Compatibilizar ambas responsabilidades es extenuante y absolutamente esquizofrénico, tanto a nivel físico como emocional.

El seguimiento escolar está recayendo mayoritariamente en las madres. ¿Qué consecuencias está provocando esto en las relaciones con los hijos?

Este es otro foco de conflictos. Una de las entrevistadas me dijo que van a acabar el curso a precio de madre, lo cual afecta a la relación con los hijos. Los niños han dejado de tener ese entorno abierto y natural en el que poder correr. Y debemos de tener en cuenta los recursos de las familias, no todas tienen un ordenador para cada miembro de la familia, ni una tablet. ¿De dónde saco la tinta para imprimir esto, escanearlo, subirlo a la nube? Las que se están responsabilizando de todo esto son las madres, que son las que están llevando el peso de que su hijo o hija sea un buen estudiante. Se sienten juzgadas en cuanto al rendimiento escolar. Querer sacar adelante el curso a cualquier precio no está facilitando las cosas, cuando debería de ser algo diferente en estos momentos. La escuela ha perdido una grandísima oportunidad a la hora de tomar esto de otra manera. Yo creo que lo que más nos interesaba eran las actitudes y otro tipo de actividades, más que los contenidos propios del currículum, estos se pueden recuperar. Una de las partes más importantes que tiene la escuela es el compromiso social y es ahí donde se tenía que haber puesto toda la fuerza, es decir, en educar a las familias en vivir esta pandemia, en recuperar esa escuela de padres y madres, en acompañarlas en esos momentos de confinamiento. Ese podría haber sido un buen reto para la escuela.

¿Cómo hacer que el teletrabajo con niños en casa no aumente la brecha de género?

Este es el gran reto porque es el gran peligro que veo en el horizonte. La brecha de género y de cuidado la veo ampliada, pero me temo que también vamos a ver la brecha de ocupación ampliada. ¿Qué va a pasar si en setiembre todavía estamos en una situación en la que no se garantizan los servicios públicos que tanto han posibilitado la presencia de las mujeres en el ámbito público? ¿Quién va a pedir las excedencias? ¿Ambos adultos de la familia van a reducir su jornada laboral? ¿Lo van a hacer aquellos o aquellas que tienen un salario menor? ¿Se van a implicar también las empresas en este compromiso social? Tenemos por delante una lectura compleja y creo que muchas veces quien va decidir no son ni las propias familias, sino el mercado de trabajo.

¿Qué enseñanzas podemos extraer de este confinamiento y de esta crisis sanitaria?

Que podemos vivir de forma diferente, pero probablemente no lo estamos haciendo. Ahora mismo, lo que yo aprecio es que la gente está exhausta, cansada, agotada. Hemos tenido oportunidades de vivir el confinamiento de otra manera y no las hemos aprovechado. Hemos intentado seguir adelante con todo a costa de lo que sea y esto nos va a pasar una factura a nivel emocional. Además, la sociedad no ha pasado el duelo por sus muertos. De la muerte apenas se ha hablado, salvo de cifras. La sociedad todavía no se ha mirado a sí misma.