Raimundo Fitero
DE REOJO

Reflejados

Esos supuestos espejos en los que las sociedades se reflejan están pixelados y nos devuelven imágenes que se acomodan a una ideología o intereses económicos y no la claridad de lo que se mira. Es un contra narcisismo, porque miramos en el agua del lago y vemos monstruos o hadas y nunca nuestro rostro de ciudadanía sometida a un exceso de estímulos que nos llevan de la sobreexcitación a la vacuidad, camino de la depresión tras pasar por la estación de enlace de la histeria.

La negritud convertida en nuestras calles en una vindicación debería estar fuera del marco de relaciones democráticas. El racismo se retroalimenta a base de discriminaciones sociales y económicas. No es un designio profético que el color de tu piel te haga diferente a nadie, es una construcción monstruosa de un poder violento alimentado y difundido en escuelas, iglesias y medios de comunicación. Veo las manifestaciones de gente de buena voluntad defendiendo la igualdad y combatiendo el racismo americano, que tiene muchos antecedentes, que provocó en los años en que todo parecía posible el Black Power y las Panteras Negras, movimientos combatidos de manera directa por los Wasp (Blancos, anglosajones y protestantes) que han tenido el poder en EEUU siempre. Todos tenemos tics racistas porque hemos nacido y crecido en sociedades blancas, católicas con una relativa seguridad económica.

Lo de alrededor lo percibimos como anecdótico. Nuestro trato con la comunidad gitana ha sido siempre una ceremonia del fariseísmo, con rutinarias explosiones violentas, que siempre entendemos que están muy focalizadas. Desde hace décadas convivimos con emigrantes de muchas etnias y una mirada objetiva a las condiciones en las viven y trabajan nos dejan ante el espejo reflejándonos tal y como somos.