Daniel GALVALIZI

La insólita (y no tanto) fortaleza de Donald Trump

El icono mundial del populismo autoritario contrarrestó los pronósticos y ha mostrado una sobrevivencia sorprendente, después un mandato repleto de controversias y con la mayoría de los medios en contra. Causas profundas de un fenómeno que podría tener cuatro años más.

Han pasado dos días y muchos fuera y dentro de EEUU siguen atónitos. Parece mentira que un presidente con el prontuario que lleva a sus espaldas y los cuatro escandalosos años de mandato pueda tener el 48% de los votos de la principal potencia mundial y la mayor democracia occidental. Pero los tiene.

Desde la coyuntura periodística hoy nada es más importante que saber quién acaba ganando en un conteo que parece eterno ante un fenómeno como el de la pandemia, que disparó los votos por correo en un país cuya afluencia de voto promedio suele rondar el 50%. En 2016, sufragaron 139 millones. Este año, más de 141 millones, pero un buen porcentaje lo ha hecho por correo o de forma anticipada. De mantenerse la tendencia, Joe Biden será el próximo inquilino de la Casa Blanca.

Pero en perspectiva, es importante para el futuro de la democracia norteamericana (y por su impacto, la del mundo) entender por qué Trump ha llegado hasta aquí y con tanta fuerza. Lo primero y más claro que aparece es el éxito de su discurso de la alt-right (derecha alternativa). Esta mezcla de proteccionismo, nacionalismo, conservadurismo social y liberalismo fiscal ha calado profundamente en la clase media empobrecida del rust-belt (Cinturón de Óxido), como se llama a la región que circunda los Grandes Lagos.

Los sectores medios no universitarios y blancos han permanecido fieles a Trump y su «America First». Lo demuestran Ohio, Pensylvania, Indiana, West Virginia y Michigan, que aunque acabe dando el triunfo a Biden, será por un margen tan pequeño que ni puede considerarse una derrota para el actual presidente.

Pero hay otros motivos para estas jornadas aciagas. El “Global Risk Insights”, prestigiosa publicación sobre geopolítica de la London School of Economics, recordaba este lunes que el republicano tenía posibilidades de ganar por varios motivos. Uno de ellos es que las encuestas fallan porque el voto duro de Trump, su bastión electoral, es muy poco probable que participe de las encuestas y sea parte de la muestra, que no suele representar fielmente lo que vota la Norteamérica blanca, periférica y empobrecida.

Otro de los elementos que señala la publicación es que la tracción para el voto afroamericano, muy opositor a Trump, podría no ser lo suficientemente fuerte como con Obama, sobre todo por algunas posiciones consideradas racistas adoptadas por Biden en los 70. Además, apunta al programa económico «inestable» del candidato demócrata, que puede desmotivar al voto a un sector empresarial que vea con malos ojos anuncios de gastos billonarios y menos guiños al mercado.

Por último, también apunta que hasta el estallido de la epidemia en territorio estadounidense, en abril, hubo un récord histórico de tasa de empleo para afroamericanos y minorías étnicas. La economía, por el motivo que sea, dio buenas noticias a Trump, y en una elección general puede pesar aún más para un segmento grande de la población que otros temas más morales, como los asuntos raciales y la corrupción.

En medio de la incertidumbre, Trump reacciona como le conviene: más leña al fuego. Su jefe de campaña, Bill Stepien, anunció la creación de una línea telefónica para recibir denuncias por «fraude» y dijo que el presidente «está vivo y bien». Han decidido impugnar el resultado en Wisconsin y pidieron frenar el escrutinio en Michigan. Todo sin fundamentos. De hecho, el jefe de los observadores internacionales de las elecciones, el alemán Michael Georg, acusó al presidente de «flagrante abuso de poder». Pero nada importa, porque el trumpismo se ha disociado de los hechos hace rato.

La retórica incendiaria del magnate neoyorquino ha calado tan hondo que desactivar lo activado es un gran reto. Como ha dicho Obama en varios discursos, si divides a un pueblo furiosamente no podrás unirlo luego para gobernar. Biden, en Twitter, empezó a pedir a sus simpatizantes misericordia con los oponentes y llamó a la unidad. Pero tal vez tenga que entender que, tras estos años de activación populista y demagógica, muchos de sus compatriotas no quieran esa unidad.