Marta Pérez
Activista social
KOLABORAZIOA

De tostadores y conspiranoias

Esta semana, tras cientos de tostadas quemadas a golpe de sartén, hemos comprado una tostadora, convirtiéndonos por fin en una familia de verdad.

Esta misma mañana hemos despejado el aparador de nuestra exigua cocina para hacer sitio al nuevo electrodoméstico. Sin embargo, con gran desilusión, rápidamente hemos constatado que el artefacto estaba especialmente diseñado para alojar un tipo de pan cuadrangular, sin protuberancias ni imperfecciones, que comúnmente se conoce como «pan de molde» (a pesar de no tener la consistencia ni el sabor del pan y de que por lo general contenga todo tipo de sustancias químicas). Así las cosas, como en casa acostumbramos a desayunar con los remanentes de la barra del día anterior, y anoche nos deshicimos de la maltratada sartén, hoy nos hemos tenido que conformar con un yogur.

Si yo fuera una conspiranoica, diría que parece existir cierta connivencia entre las empresas que fabrican tostadoras (y también sanwicheras, ahora que lo pienso) y las que fabrican pan de molde. En un ejercicio paradigmático de simbiosis capitalista, ambas industrias se apoyarían mutuamente para incre- mentar sus beneficios: tú (empresa de tostadoras) fabricas un producto que solo puede usarse vinculado al producto que yo (empresa de pan de molde) fabrico, el cual, a pesar de ser básicamente una porquería, mucha gente acabará comprando porque, si no, no puede usar el producto que previamente había comprado (la tostadora). Un auténtico win-win (expresión en inglés que subraya las ocasiones en que todas las partes involucradas en un asunto resultan beneficiadas).

En esta línea, podrían señalarse otras coincidencias, como el fenómeno denominado «obsolescencia programada», esto es, los numerosos objetos presentes en el mercado cuya vida útil se predetermina para resultar anormalmente corta, por lo que se estropean tras pocos usos, generando nuevas compras con las ganancias correspondientes.

Y, yendo un paso más allá en la chifladura, podría añadir a la lista la sospechosa relación causal entre determinadas políticas públicas y el beneficio privado, por ejemplo: un deficiente transporte público que alienta el uso del coche, una raquítica política de vivienda pública que engrosa los bolsillos de un voraz mercado inmobiliario, la construcción de innecesarias infraestructuras faraónicas que lucra intereses particulares, o el incremento mayúsculo en la contratación de seguros de salud privados en estos tiempos de pandemia, derivado del deterioro de un sistema público sanitario cada vez más recortado, colapsado e insuficiente.

Menos mal que no yo soy una conspiranoica y sé que en una verdadera democracia como la nuestra es imposible que pasen esas cosas...

Volviendo al tema, será mejor que me apunte «comprar pan de molde».