Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

De genocidios

En la primavera de 1994 estallaba en Ruanda un conflicto que se saldaba con el genocidio de casi un millón de miembros de la minoría tutsi a manos de los hutus, en un nuevo capítulo de la historia de la colonización europea de África. Los que teníamos edad para asombrarnos lo hicimos, porque aunque aquello quedara mucho más lejos que los cercanos Balcanes, el número de víctimas era abrumador, tanto como la inacción de Occidente, que como dibujó Willem en aquella lograda viñeta llegó a Ruanda con sus cascos azules con 500 000 muertos de retraso. Más de un cuarto de siglo después, un investigador CNRS ha logrado que se desclasifiquen archivos de Estado que demuestran que París no sólo era muy consciente de la que se preparaba en la antigua colonia del Reino de Bélgica, sino que además contribuyó a uno de los genocidios más terribles del siglo XX. Porque no sólo se permitió la venta de armas y municiones a los hutus, sino que después de la masacre Francia otorgó impunidad a los responsables de los crímenes. Y todo para que ese territorio un poco francófono gracias a los belgas se mantuviera bajo influencia –o sea explotación– francesa. Allí, antes del covid ya tenían otras pandemias, las de las colonias, sin confinamiento ni toque de queda ni vacunas, pero con muertos y a miles. Y a esto no se le llama genocidio porque no matamos a la gente, solo la dejamos morir.