A. I.

Los consultorios tienen ventaja a la hora de vacunar a población general

«Cuando vemos a los americanos yendo a vacunarse a un estadio, nos olvidamos de que es gente que no tiene seguro médico y no está registrada en ninguna parte», explica el coronavirólogo e inmunólogo David Escors. Él se manifiesta rotundo a la hora de definir el consultorio de siempre como el lugar idóneo para descargar el peso de las vacunaciones.

El primer motivo es, precisamente, que no solo se trata de vacunar, sino que hay que registrar cada vacuna en el historial del paciente, no solo para poder citarlo a una segunda dosis, también para que conste en el caso de que le haga falta esa vacuna para poder viajar. Vacunar es, por tanto, un acto administrativo. «¿Estamos seguros de que los que se vacunan en EEUU recibirán la segunda dosis el día en que les toque?», se pregunta Escors.

La segunda idea es el conocimiento del paciente en caso de reacción. En su consultorio tienen su historial e incluso es probable que le atienda su médico de cabecera o el personal de enfermería que le conoce. En un centro de vacunación masivo el control nunca será el mismo.

Existe un tercer motivo de peso para vacunar en el consistorio, como es el hecho de que cada uno de estos centros controle quién acude y quién no. De este modo, se puede hacer desde Atención Primaria un control y una búsqueda proactiva de las personas renuentes que eleve el porcentaje de inmunizados.

El empleo, por tanto, de puntos de vacunación creados ex profeso para la campaña tiene sentido en fases muy tempranas, como la actual, donde el condicionante es la escasez de vacunas. Lógicamente, como se ponen pocas vacunas, un macropunto de vacunación resulta absurdo. Para una fase con vacunas abundantes, lo más ventajoso son los consultorios.