Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Virus

Durante las vacaciones escolares de febrero, huyendo de la crisis sanitaria de las grandes metrópolis francesas, con las fronteras cerradas por la pandemia y decididos a recorrer nuestras montañas y a pasearse en nuestro litoral, llegaron en tromba, como un chaparrón, si no millones, miles y miles de koxpei, que es como se les llama por aquí a los guiris desde que el Frente Popular inventara en el 36 los congés payés, las vacaciones pagadas. En dos semanas el cielo se pintó de gris, como el futuro próximo, porque todo apuntaba a que la tasa de incidencia iba a dispararse de manera exponencial tras lo desproporcionado de la visita.

Pero no. Para nada. En un mapa hexagonal rojo peligro, especialmente en la región parisina, destaca un verde hierba pirenaica que indica que la propagación del virus en este rincón del suroeste es la más baja de todo el Estado, casi insignificante según los expertos. Tanto, que algunos representantes políticos locales no entienden porqué no se alivian las medidas restrictivas como, por ejemplo, retrasar a las ocho de la tarde el toque de queda de las seis. Pobres; desconocen que el virus jacobino merma a las personas no en su olfato o en su gusto, sino en su razonamiento lógico-territorial: si estamos jodidos en París, nos jodemos todos. Y así desde Robespierre. Y luego se quejan los koxpei de que no les queremos. Peor que un virus de vacaciones.