Iñaki Lekuona
Profesor
AZKEN PUNTUA

Caricatura

Sesenta y un diputados del partido de Macron han recurrido ante el Consejo Constitucional francés la ley Molac que el ministro de Educación Jean-Michel Blanquer calificó de «caricatura» por intentar proteger y difundir las lenguas que –con menosprecio y para diferenciarlas de la única, suprema y nacional– siguen llamando «regionales». Era de esperar. Francia sigue siendo un Estado eminentemente jacobino, con una visión parisina y uniformizadora de la gobernanza. A pesar de que ya son varias las décadas en las que la idea de la descentralización ha hecho camino, París sigue manteniendo todas las riendas. Y eso que la Francia centrípeta está cambiando. Porque aunque el peso económico y político sigue descansando en París, el dinero y la demografía marcan movimientos centrífugos y la periferia cada vez se fortalece más. Una periferia en la que justamente emergen otras identidades que cultivan otros idiomas y otra forma de ser. Y ante esta emergencia los jacobinos sacan sus guillotinas, asegurando que estos «etnicismos» soliviantan los sagrados principios de la República como lo hacen los islamistas radicales. Y de esta manera, crean un cóctel tan apetitoso que los sondeos se vuelven de nuevo tan oscuros como los mensajes de Marine Le Pen, como sucedió en las últimas presidenciales, como sucedió en las anteriores. Francia es ya una caricatura penosa y atroz de sí misma.