Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

Femicesión

Durante la Gran Recesión de 2008, millones de hombres que trabajaban en el sector de la construcción y la industria manufacturera perdieron sus empleos. A este fenómeno se le denominó «mancession». Ese era el patrón a partir de la década de 1970, cuando la participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó considerablemente.

Con la Gran Pandemia, las desigualdades económicas entre mujeres y hombres se han acrecentado, debido a que las mujeres han estado en la primera línea de los sectores más afectados por la misma, y al confinamiento y cierre de escuelas y guarderías, que obligó a las madres (mayoritariamente) a reducir sus horas de trabajo en el mercado. Economistas han acuñado un neologismo, «femi-cesión», para designar una recesión que afecta más intensamente al empleo femenino que al masculino, y que se ceba especialmente con las mujeres en situación precaria, con escasa formación, y cuyo trabajo no se puede realizar de forma remota.

A la brecha salarial, se une el olvido (¿involuntario?) de las mujeres en la mayoría de los paquetes de estímulo y relanzamiento de la economía. Así, la ley de infraestructura de Estados Unidos, de poco más de un billón de dólares, destina tres dólares para el empleo masculino por cada dólar asignado al empleo femenino. Cansada de lo que no sucedió: patriarcapitalismo o vida.