Raimundo Fitero
DE REOJO

No paran

Las noticias de los tribunales dejan a todos en estado de cabreo. O de sumisión, ahora que tanto gusta a la jerarquía católica que las mujeres de verdad, las auténticas, aquellas que la incapaz y delirante Botella definía, como «mujer, mujer», sean sumisas en su matrimonio. Pues la prensa, la ciudadanía también deben ser sumisas, sin rechistar y acatando todas las resoluciones judiciales por más tufillo a farsa que transmitan.

Don Vito Corleone descubrió que tan eficaz era tener un buen equipo de rápidos pistoleros, como de abogados sin escrúpulos para defender bien sus intereses. A las bandas bien organizadas de ahora les basta con tener un buen fiscal general, y unos buenos tentáculos en toda las carreras judiciales para poder encontrar desimputaciones y sentencias hechas a media, como los trajes de Camps. Lo que han hecho con el asunto del Prestige, es una de esas joyas judiciales que anulan cualquier atisbo de confianza en la interpretación de las leyes.

En cuanto comparecen altos cargos de la banda organizada, todo está trucado, va a dilatarse en el tiempo, van a usar todos sus resortes y artilugios y al final van a salir todos absueltos, y como en este caso del capadote, con una de las sentencias más marcianas nunca vistas. No sé si se puede recurrir, si se puede acusar al juez de algo, yo no digo que sea un dictamen injusto tomado conscientemente, pero le falta decir que sucedió lo que sucedió porque dios lo quiso. Y punto. Todos a la calle, y los gastos causados por la catástrofe evitable, a cuenta del Estado, y la s responsabilidades políticas, anuladas.

No paran de provocar y de dar muestras incluso con exhibición y chulería del uso indebido de su poder. Lo de la esposa de Urdangarin es uno de esos casos vergonzantes e obstrucción a la justicia. Lo mismo que lo de Bárcenas y todo lo relacionado con los banqueros procesados y que entran y salen sin apenas dejar huella en el talego es otro síntoma de gansterismo. Sería bueno que alguien siguiera la carrera de los jueces y fiscales que cumplen las órdenes sin rechistar, con sumisión manifiesta y al servicio de los intereses de la banda organizada, porque seguro que tienen premio.