En su tercera rueda de prensa en una década, el primer ministro de India, Manmohan Singh, ha anunciado que no se presentará a su reelección en las elecciones de mayo, y ha postulado al heredero de la dinastía Nehru-Gandhi, Rahul Gandhi, como el candidato que mejores credenciales tiene dentro del Partido del Congreso para hacer frente al BJP, partido nacionalista hindú de Narendra Modi, que encabeza las encuestas y las apuestas para convertirse en el futuro primer ministro de India. Algunos creen que el «regente» Mamohan Singh ha guardado el puesto hasta que Rahul Gandhi lo tomara como derecho de nacimiento.

India, «la mayor democracia secular del mundo», es todo un contraste de los extremos. El «tigre económico», pujante en tecnología e ingeniería de ordenadores, ha demostrado ser un gatito a la hora de hacer frente a los graves problemas de pobreza, educación e infraestructuras. El neoliberalismo ha fallado y el «boom» de las clases urbanas tecnocráticas es un mito. Frente a ello, el espíritu que llevó a India a su independencia y la resistencia están en alza, demostrando que los pobres y vulnerables no tienen por qué ser, de por sí, débiles.