Amparo LASHERAS
KAZETARIA
AZKEN PUNTUA

Romualdo Barroso, «in memoriam»

Romualdo llegó a Gasteiz en 1954. Como muchos vecinos de Brozas, llegó en busca de trabajo, escapando de la posguerra franquista que condenó al campo extremeño y a sus trabajadores a la aridez de un futuro sin luz. Con seis años comenzó a trabajar como pastor por un pedazo de pan y queso como único salario. Siendo adolescente abandonó Brozas y se unió a las cuadrillas de segadores que recorrían los vastos latifundios de Extremadura y Castilla. Cuando Romualdo hablaba sobre esta época de su vida, yo recordaba el cuento de Aldecoa, «Seguir de pobres», y me lo imaginaba caminando como Zito o El Quinto con la hoz a la espalda, anudada a la única manta que, en las noches calmadas de la siega, le protegería de la intemperie. «La cuadrilla de la siega -escribió Ignacio Aldecoa- pasa las puertas a hora temprana, anda por la carretera de los grandes camiones y los automóviles de lujo, en silencio, en terrible oración de esperanza... como una tormenta de melancolía». Años después y durante 37 años, Romualdo volvió a recorrer todas las carreteras de la Transición y la Democracia, denunciando la masacre del 3 de Marzo de 1976; exigiendo la justicia que podría condenar a los culpables y reconocer que las muertes de los cinco obreros fueron crímenes de Estado. Su hijo Romualdo fue asesinado aquel 3 de marzo de un tiro en la cabeza. A pesar del silencio impuesto, Romualdo padre nunca se rindió, ni se resignó, ni aceptó el olvido. Siguió caminando por los caminos de esos minutos de historia que le pertenecen, sin descanso, en una tormenta de honestidad, anudada, como su hoz de segador, a la espalda de una vida que solo buscó justicia, que comenzó en Brozas y el jueves terminó en Gasteiz.