Jesus Valencia
Educador social
JO PUNTUA

El mejor sitio para un buen momento

Ninguno de los ayer congregados miraba hacia Ultrapuertos esperando la llegada de algún ejército libertador. Pero tampoco imaginamos un final de la conquista entre abrazos, pintxos, potes y amistosos «agures»

Miles de abertzales acudimos ayer a la capital de nuestro viejo Estado. Un 20 de un abril cargado de vibraciones primaverales climáticas y políticas. Fue el mejor escenario para un momento que se promete apasionante.

Los patriotas navarros también andaban revueltos en abril de 1521. Rumoreaban con ilusión que la Corona navarra preparaba un ejército para expulsar a los invasores. Los rumores eran fundados. Aquel ejército libertador apareció en la frontera días más tarde. Las arrolladoras victorias de los primeros días de mayo no se correspondieron con la derrota final; quienes habían sido conquistados, así continuaron.

Ya en 1932, el PNV convocó el primer Aberri Eguna. Recogía la tradición irlandesa de celebrar el día de la patria el Domingo de Pascua. Pero había una importante diferencia entre ambas convocatorias; aquellos celebraban la recuperación de su soberanía nacional tras un duro enfrentamiento con el imperio britá- nico. Los jelkides trataban de hacer una demostración de fuerza para reforzar posiciones en la política pactista que mantenían con Madrid; sus eternos y conciliadores empeños por acomodarse en España.

Otros vascos optaron por romper amarras con la metrópoli. Así lo hicieron los presos políticos de Martutene en 1966; todavía no se habían restablecido las actuales convocatorias del Aberri Eguna pero aquel año, como ayer, el 20 de abril cayó en domingo y tuvo un perfil soberanista. Siguiendo los reglamentos penitenciarios, toda la población reclusa tenía la obligación de asistir a la misa. Ellos se plantaron; no estaban dispuestos a seguir las ordenanzas franquistas ni a repetir las blandenguerías peneuvistas. Enfrentados a unos y discrepantes con los otros, expresaron su conciencia soberanista en un gesto de desobediencia civil. Se negaron a ir a misa, entre otras razones, porque en el altar mayor ondeaba la rojigualda y se interpre- taba el himno español en el momento de la consagración.

El Aberri Eguna de ayer lo celebramos en un contexto sociopolítico especial. Los abertzales congregados en Iruñea dejábamos entrever la ilusión que recorría las mismas calles en los días previos a la liberación de 1521. Escocia y Catalunya tienen fijadas las fechas de la consulta y las Cortes de Madrid acaban de dar espaldarazo a las tesis soberanistas. La apuesta por seguir pactando con Madrid hasta llegar a la independencia languidece. Ninguno de los ayer congregados miraba hacia Ultrapuertos esperando la llegada de algún ejército libertador. Pero tampoco imaginamos un final de la conquista entre abrazos, pintxos, potes y amistosos agures. Las huestes del Duque de Alba no se van a retirar repartiendo gominolas y piruletas. Ya lo advirtió Telesforo Monzón en la segunda edición del Aberri Eguna: «La libertad no es algo que se pide rogando; se consigue con la fuerza».