EDITORIALA
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Puerta a puerta

El debate televisado entre los líderes de los independentistas escoceses, el primer ministro, Alex Salmond, y el de los unionistas, el excanciller laborista y portavoz de Better Together, Alastair Darling, reforzó los discursos de ambas partes. Es difícil saber hasta qué punto un acto de campaña así puede influenciar el resultado del referéndum. Los partidarios del Sí siguen arañando puntos en las encuestas, pero permanecen por detrás de quienes defienden el mantenimiento de la unión. Darling intentó azuzar el miedo y las incertidumbres y Salmond defendió la viabilidad y las potencialidades de una Escocia independiente.

David Cameron había rehusado enfrentarse a Salmond en el debate. Probablemente no quiso reflejar una liza entre iguales. En cierta medida, eso hubiese supuesto otorgar a Salmond la representación de los intereses de los escoceses frente al poder central, visualizando un escenario en el que dos mandatarios de dos países discuten sobre su relación, pero asumiendo de facto la partición. Asimismo, la fuerte tradición laborista en Escocia ha provocado que los tory hayan cedido el protagonismo de la campaña por el No a laboristas como Darling, pese a su perfil desgastado. Por su parte, Salmond tiene el handicap de que muchos asimilan votar por la independencia con votar por su partido, el SNP. A pesar de ser el líder visible del independentismo y a que todos le conceden esa legitimidad, esa idea puede hacerles daño de cara al plebiscito.

Más allá de las cámaras, de un guión preestablecido en el que temas como la divisa o las pensiones monopolizaron el debate, lo que determinará el resultado del 18 de setiembre será la capacidad de quienes están haciendo la campaña puerta a puerta para convencer a sus connacionales de las virtudes y potencialidades de la independencia. Tienen cuarenta días para convencer a medio millón de indecisos, de laboristas desengañados, de desposeidos e indignados con las políticas de Londres de que las monedas que genere esa sociedad, sean libras, euros o coronas, se repartirán mejor entre quienes allí viven. No es fácil, pero es posible.