Hay cosas tan burdas que cuesta creerlas, aunque el PP haya demostrado ser capaz de de todo y el verano sirva de cobertura para perpetrar cualquier abuso. En esta categoría entra la noticia de que está dispuesto a cambiar de un plumazo toda una ley electoral para blindar sus alcaldías, amenazadas por la tendencia de auge de la izquierda que se observó en las europeas en el conjunto del Estado.

Si se mira por debajo de los grandes titulares, llaman la atención algunos detalles. Por ejemplo, que nadie haya puesto voz a tal desmán, sino que se haya limitado a filtrarse. O que en su día Mariano Rajoy dijera muy claro, demasiado claro, que nunca haría tal cosa. Y también que todos los círculos concéntricos del PP (UPN, diarios cercanos, algunos representantes locales...) se hayan desmarcado claramente, como si no se lo acabaran de creer.

Así que conviene preguntarse si no habrá gato encerrado. El PP perfectamente puede haber puesto este anzuelo, intragable para el PSOE, para buscar después negociar con él otra fórmula menor, matizada. Y es aquí donde algunas voces ya apuntan a que la llamada elección directa de alcaldes (más correctamente elección de alcaldes minoritarios) resulta inaceptable, pero quizás sí sería conveniente un sistema de doble vuelta, al estilo del Estado francés y otros, de modo que en la segunda ronda solo las dos primeras fuerzas de cada localidad compitan por la alcaldía y acaparen en torno a ellas el voto de todas las minoritarias.

Porque lo que está en crisis en el Estado español, siendo realistas, no es el PP, sino el sistema: el bipartidismo. La doble vuelta sería la fórmula ideal para reforzarlo, siempre que el PSOE aguante el tirón de Podemos, claro. Por si acaso, al loro.

P.D: Nada de esto valdría aquí, donde EH Bildu estaría prácticamente en todas las segundas vueltas, y en gran parte del país contra el PNV. Pero está claro que hace tiempo que PP y PSOE renunciaron a competir aquí, ni limpia ni suciamente.