Raimundo Fitero
DE REOJO

Llamadas

Ahora una entrevista enlatada para una radio se convierte en una entrevista televisiva que la vemos por diferentes pantallas. Así que el año 2015 se inaugure con una entrevista al ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos significa que se empieza el año contaminando que es un gerundio de uso común. Dicen que este señor forma parte del ala moderada del desgobierno de Mariano Rajoy. Y, sí, sus formas, son bastante comedidas, pero sus intenciones son de las más incardinadas con el dolor causado a todos en general. Es el guardián puesto por la Gran Banca y los poderes económicos fácticos sin representación democrática popular para que todo se haga según les conviene a ellos, y solamente a ellos, los que mandan en verdad.

Bien, a todos les pareció una salida de tono que dijera eso de que «en España se ha perdido el miedo a quedarse en el paro». Cosa que tiene sus repercusiones metafísicas, pero a mí, lo que me escandalizó, además de que se pusiera al frente de la pancarta con la consigna de «España sale», que es la versión post Gürtel de aquel narcotizante «España va bien» del Gran Jefe de la banda, José María Aznar, es que se le escapó de manera muy sosegada, eso sí, en sus argumentaciones para vender la burra de que estamos en el paraíso de la reactivación, que hace unos años, cuando sacaban duda pública al mercado de buitres, «tenía que pasarme muchas horas haciendo llamadas por teléfono porque nadie quería comprar».

Vale, podía estar llamando a su primo, pero uno que ha sido un empleado significativo de Lehman Brothers en la península y Europa, seguro que estaba llamando a sus compinches ofreciéndole alguna prebenda, algún pacto entre chorizos. Lo que viene a decirnos es que existen teléfonos que arreglan y/o desarreglan situaciones económicas de países, autonomías o ciudades.

Que ellos lo tienen controlado y que pueden mandar al carajo la labor de un gobierno que no cumpla sus órdenes. Eso es un escándalo mayúsculo, pero se escucha y se da por sabido y parece normal, pero es una descarada entrega de la soberanía. Y a quien lo pronuncia se lo considera moderado cuando es un extremista del capitalismo más salvaje.