Raimundo Fitero
DE REOJO

Los bueyes

Esto se parece bastante a un roscón sin sorpresas. Cuando uno ve pasear por la playa de la Concha donostiarra a toda una reata de camellos engalanados con sus reyes y su séquito, el que después vea a unos bueyes cabreados por las calles de Portugalete le colocan ante el suspiro trascendental. Ni meditación ni aspiración, estamos ante la expiación de los pecados del consumo y de la utilización de los animales como juguetes públicos y privados. Ya no existe una necesidad de colaboración con los animales para la supervivencia, sino que forman parte del deporte, las apuestas o el turismo. O la gastronomía. O la decoración y el lujo.

¿Han visto el vídeo de Portugalete? Es aleccionador. Todo hace pensar que los bueyes se espantaron al escuchar los petardos. Esto contribuyó, pero no hace falta ser San Francisco de Asís para entender que esos animales llevaban demasiadas horas caminando por terrenos no apropiados para sus pezuñas, con un ruido ambiental que les era extraño y a la mínima que pudieron intentaron salir corriendo de ese lugar. Supongamos que ellos, esos bueyes, eran unos atletas del arrastre de piedras, pero ahí estaban siendo infra-utilizados ya que solamente hacían un paripé, un desfile. Y para eso ya están los soldaditos que rinden pleitesías a los reyes, los otros, los emparentados con Urdangarin.

La relación de los seres humanos con los animales es uno de los signos de la evolución social o de su retroceso. Las contradicciones crecen pero cada vez se va extendiendo el convencimiento de que hay que marcar bien los límites, y no es lo mismo la cabra del artista trashumante que el dromedario transportado de manera incorrecta para una cabalgata. Crece una conciencia colectiva para buscar un tratamiento adecuado con los animales, como seres vivos que son. Por el otro lado, mientras existe hambre en tantos lugares, ver que cada vez hay más tiendas especializadas en materiales, vestidos y alimentación para animales domésticos nos coloca ante otro espejo convexo. Hoy me posiciono de manera inequívoca a favor de los bueyes de Portugalete. Siempre apoyaré a quien se rebele y se salga del desfile desoyendo órdenes.