Raimundo Fitero
DE REOJO

Tinieblas


Andamos entre tinieblas. Cada segundo que pasa cae un grano de duda, de esperanza o de desaliento. Es un reloj mecánico que emocionalmente nos recarga de suspicacias. ¿Dónde situamos el fiel de la paciencia, de la obediencia y de la conciencia crítica? Hay actos que alimentan la desazón universal porque acaban oscureciéndose entre tantos relatos cruzados, mordidos por la rabia de la intoxicación. Los muertos se pueden contar cuando hay un juez que levanta acta. Los que mueren en la oscuridad del abismo indeterminado por allí donde debe habitar la retaguardia y la displicencia no se entierran con honores estadísticos de primer orden. Forman parte de un apartado llamado «otros», es decir la nada civil y política.

Asistimos a guerras que se volatilizan. Uno escucha en una esquina de este barrio global que han aparecido una decena de cadáveres decapitados en el Estado de Guerrero en México. ¿Dónde están las repulsas, las manifestaciones, los lamentos públicos, las declaraciones institucionales? ¿A cuánto está el kilo de indignación general de muerto indocumentado atravesando canales, países, en trenes, camiones o barcos a la deriva? La libertad de pensamiento es la que está amenazada, porque ya se han cargado la libertad de información, de expresión. Los delitos señalados todavía en los códigos penales son un compendio de intolerancias aplaudidas por los poderes fácticos.

Y en medio de esta confusión miro dos noticias menores que se me amplían la desconfianza. El desgobierno de Rajoy quiere limar asperezas con el duopolio televisivo, Atresmedia y Mediaset, para tener mejor tratamiento electoral. El chantaje como instrumento de negociación. Y otra que asegura que se está montando en Lituania una nueva cadena de televisión en lengua rusa con cientos de millones de euros para intoxicar a las poblaciones de Rusia con un discurso europeísta. Existe una guerra mediática constante. La desinformación forma parte de las armas de destrucción masiva de idearios, pensamientos y realidades. Hay días que uno iría con gusto al oscuro informativo total. Para respirar un poco y rehacer la estructura analítica tan deteriorada por imágenes, rezos y consignas.