Raimundo Fitero
DE REOJO

Globos

Todo lo convierten en publicidad, en ideología. La estética del supuesto glamour que se nos vende como lo más avanzado de la moda de las grandes ocasiones nos acerca a la insatisfacción perpetua de encontrarnos siempre con el mismo modelo, el mismo corte de pelo, la misma tradición recompuesta como una marca de clase y un estilo de lucha contra la naturaleza y la inteligencia. Los denominados «Globos de oro» son un spot publicitario que se nos presenta como una entrega de premios que anuncian o vaticinan lo que puede ser el medallero de los próximos Óscar. Y vale, sí, las presentadoras son muy buenas, y claro, faltaría más, el guion es potente y son capaces de reírse de todo Quisque. Pero esa es parte de la cáscara, lo de dentro es lo más contagioso.

O sea, la colonización en pleno apogeo. Con todo su armamento y su careta de solidaridad. El mundo del audiovisual americano, allí donde se cuecen películas, series y se mueven millones de dólares que en ocasiones huelen demasiado a cercanía con los poderes. Los vestidos que se arrastran por encima de la alfombra, los escotes que se pierden en las profundidades de unos cuerpos esculpidos en los quirófanos con la intención de conservar la belleza en una incomprensible edad media que revela un complejo de Peter Pan colectivo. Y todo lo que se produce, se vende, se distribuye, forma parte de un plan global. Los globos ideológicos que se reparten en todos los parques temáticos.

Los críticos y periodistas especializados también dieron sus premios a los mejores programas televisivos, y lo más curioso es que de las tres series más premiadas ninguna está en nuestras ofertas, ni en abierto ni en plataformas. Y queda claro que Hollywood se ha volcado en la televisión como campo narrativo de calidad. Y sus series polinizan todos los canales y cadenas. Y si no ha llegado las premiadas es que hay un desajuste horario, temporal. Quizás para que sobrevivan las mediocridades que se incorporan a las parrillas. Series sin mucho futuro, pero que dan trabajo a decenas y centenares de profesionales. La calidad no se tiene en cuenta. Eso sí, los globos comprados y colocados en los pectorales crecen, como si fueran imprescindibles.