Raimundo Fitero
DE REOJO

Oro

Dicen que estamos ante una nueva fiebre del oro en varios lugares de la tierra. Eso quiere decir que hay miles de seres humanos, preferentemente varones, que se juegan la salud, por una pepita de oro, por una esquirla, por una peonada, por los restos de un fricción. Oro de color oro, el que vuelve a ser utilizado como patrón económico. El otro oro, el oro negro, el petróleo, que lo había sustituido como patrón en muchos tramos de la vida financiera, política y social, está sufriendo las presiones políticas geo-estratégicas y anda con su precio en caída libre, con la intención de provocar descalabros económicos en países productores del mismo.

En la ribera Navarra teníamos otro oro, el blanco, el espárrago, pero nos salió competencia por todos los lugares del planeta y ahora tenemos que mentir en las etiquetas más que un asesor de imagen de los gobiernos y gobiernillos que nos rodean. El oro otra vez en primera plana. El oro y sus buscadores han propiciado literatura, leyendas, películas. Y ahora, en la era de la inmediatez internauta, ver cómo existen zonas en donde se utilizan métodos y condiciones de trabajo de los romanos o anteriores nos deja mal cuerpo. Es una manera de comprender las desigualdades, la situación de desequilibrio absoluto en el que se vive. Existen explotaciones mineras que producen las grandes cantidades de oro, pero después están las de menudeo que forman una manera épica de ganarse la vida y que vemos a esos individuos cuyo motor es la supervivencia y como gran objetivo, el hacerse millonarios. Todos sueñan con encontrar ese trozo de oro que los libere. En vez de apostar a la loto se juegan la vida. Se da la circunstancia de que allá donde se instalan campos de extracción del oro negro, también se produce un desequilibrio medio-ambiental, social y económico, porque de repente en lugares casi despoblados aparecen comunidades de trabajadores en condiciones extremas que al poco necesitan lugares de diversión y vuelven a iniciarse procesos de creación de mundos y submundos. Todo es circular. El oro produjo siempre sangre, dolor y robos, en forma de explotación local y de colonización y guerra. No hay oro limpio.