Raimundo Fitero
DE REOJO

Estupefacción

Me tocó saber del oscuro caso de la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman a través de un canal televisivo argentino. La estupefacción de todos cuantos aparecieron durante varias horas mientras se iban sabiendo pequeños detalles de este aparente suicidio inducido o algo más, que ha conmocionado a todos los argentinos. Nadie daba crédito a lo que se estaba viviendo. Y nadie se cree ni se creerá nada de lo que se diga oficialmente. Este es el gran fracaso democrático debido a la corrupción política, a las sospechas de la violencia secreta de los estados, de los crímenes camuflados, algo que nos sitúa, una vez más, ante el desmoronamiento de cualquier credibilidad a las versiones oficiales y oficialistas.

En este caso el momento de esta muerte es demasiado escandaloso. Debía declarar ante el parlamento, había acusado de manera severa a la presidenta Kirchner, era un fiscal conocido y reconocido, había aparecido públicamente en al televisión tres días antes, y de repente, aparece con un tiro en el cuarto de baño, como si esa detonación fuera la alarma general, la confirmación de que todo está a punto de estallar, de demolerse, y que la mentira, la ocultación, lo oscuro, lo sombrío, lo incalificable se instaure como una termita en todos los edificios institucionales medianamente democráticos. Lo que diga el gobierno argentino será recibido como ocultación y mentira. Un drama.

El mismo drama de credibilidad, de camuflaje de la realidad, de utilización de los medios generales para intereses propios. El gobierno de la banda del PP está haciendo un espectáculo deteniendo a vascos, una vez más, para intentar remontar en las encuestas. Y el monumento a la mentira, a la interpretación interesada de las resoluciones de la justicia, con la imputación a decenas de altos cargos de la estructura del partido-banda, con tres tesoreros a la cabeza y una frase del auto en el que se confirma la existencia de una caja B, y de ser beneficiario de ese dinero el partido es convertido en un «se demuestra que el PP no tiene nada que ver con la trama Gürtel», que se repite y amplifica por los legionarios de los medios de comunicación. Estupefacción absoluta.