Belén MARTÍNEZ
Analista social
AZKEN PUNTUA

¿Con Syriza?

Han optado por pasar la localización permanente sin recluirse en casa, para vivir la sanción a plena luz y hacer el castigo más visible vestidos de reos en la librería Katakrak

Fui una de las firmantes del manifiesto «Syrizarekin». Creía que la Coalición de la Izquierda Radical griega sería capaz de romper con la dinámica del despotismo «euroliberal». Syriza reinterpretaba la unidad de la teoría y la práctica gramsciana encarnando la esperanza de las desclasadas, los subalternos y las personas desposeídas. Me adherí a su programa basado en la cancelación del memorándum y la reestructuración de la deuda; la protección de salarios y pensiones; la recuperación de los servicios públicos; la igualdad salarial para hombres y mujeres; la salida de la OTAN; la desmilitarización; las nacionalizaciones, la política exterior no «agresiva» y la acogida a las personas migrantes. Syriza apoyó todas las huelgas generales, la ocupación de plazas, al movimiento «No pagamos», a las trabajadoras de la limpieza del Ministerio de Finanzas... Merecía ganar.

Hoy trato de hacer una lectura deconstructiva del triunfo de Syriza, con espíritu crítico -no acusatorio ni justificatorio- y generosidad. Cuando conocí la composición del actual Gobierno griego experimenté la extorsión del trabajo gratuito. Lejos quedaba la consigna «ningún sacrificio por el euro».

Aristóteles asigna a la mujer la administración de la casa, haciendo del oikos su ámbito natural; mientras que el destino del hombre es dirigir la ciudad o polis. Me temo que Syriza no ha sido capaz de resolver la relación conflictual entre oikos y polis. En ese ínterin, las feministas griegas están condenadas a sufrir el suplicio de Tántalo (siendo el árbol el poder, y sus frutos las cuotas). Adaptarse o resistir; resignarse o cambiar. Esa es la cuestión.