EDITORIALA
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Un relato, un cuento

Un alto responsable financiero de una entidad pública en vías de privatización recibe la llamada de un representante político para pedirle que «coloque» a un amigo. Es un ex alto cargo que pertenece a un tercer partido (olvidábamos mencionar que el banquero fue designado por el partido en el Gobierno, en el que milita). El político argumenta para ello los servicios prestados a una causa común, llamémosle «lucha antiterrorista». Existe, al parecer, una larga tradición en la materia y un pacto no escrito de hacer esa clase de favores. El banquero mueve sus hilos y, con el dinero de sus clientes, aumenta los honorarios que la entidad paga a un bufete de abogados en 6.000 euros al mes, salario encubierto del ex alto cargo. Sí, el sujeto al menos tiene el título de abogado, aunque no parece un experto en la materia, y no se sabe qué labor desarrolla para recibir unos honorarios que ascienden a un total de 243.592 euros.

El banquero, de reconocido prestigio, se jubila. Su sucesor recibe la notificación del chanchullo a través de una auditoría. Informa a su antecesor, quien como buen bilbaino -se nos olvidaba la localización-, lo paga de su bolsillo, pensando que todo acabará ahí. Pero no, el caso llega a tribunales. «¡Traición!», clama el banquero. «Ha sido el mayordomo», sentencia. Y es que, al igual que en toda mala novela de intriga el culpable es el mayordomo, en la política vasca la «lucha antiterrorista» se ha convertido en la coartada que todo lo blanquea, en el as de picas.

Sin embargo, los protagonistas nos quieren contar un relato de heroicidad y una fábula de éxito. Se dicen mejores que sus perversos conciudadanos y más listos y honestos que sus corruptos vecinos españoles. Pues no. Las puñaladas traperas dentro del establishment vasco, el conchabe entre PNV, PSE y PP, el «honor» herido de Mario Fernández, el nivel de vida del «héroe» Mikel Cabieces, su conseguidor Antonio Basagoiti... muestran su naturaleza embustera y arrogante. Avergüenzan a los suyos y enfurecen al resto. Son unos sinvergüenzas y unos irresponsables. Que muestren las cuentas, que expliquen todo y que paguen. Pero de verdad. Todo lo demás es un cuento. Fin.