Raimundo Fitero
DE REOJO

Naranjito

Uno de los magníficos parlamentarios del mal humor, Rafael Hernando, que además hace de portavoz de la banda en el hemiciclo, se ha sumado a la campaña mediática para elevar la presencia de ese partido de la ambigüedad del centro derecha que roza la extrema centralidad que se llama Ciudadanos y que parece que ha entrado en el reparto del negocio. Como este Hernando (el otro es del partido zombie que adorna Sánchez) tiene un equipo de guionistas malo que le inventa cada día frases hirientes, descalificaciones baratas, obviedades y posturas de macarrilla de casino católico de pueblo, se le ocurrió mencionarle a Naranjito, que era la mascota del Mundial de Fútbol de 1982, que se celebró en el reino de España, y porque tiene el mismo color que usa ese turbio partido liderado por el atleta de la dialéctica y el despiste ideológico llamado Albert Rivera.

Inmediatamente el listo y ambicioso líder de un partido inexistente, pero arropado por las figuras más siniestras de la derecha ultra patriótica disfrazada, ha sacado el icono de una naranja con sombrero cordobés, lo ha asumido como propio, lo utiliza y ya sabemos que debemos utilizar lo de naranjito al referirnos a este partido que las encuestas colocan como cuarto contendiente en el litigo, lo que es curioso, aunque ahora viene lo bueno, porque su caladero de votos está entre el PP y PSOE, por el lateral izquierdo de uno y el derecho de otro. Un motivo más para estar atentos a las reacciones, porque Rivera fue nadador, es guapo, tiene labia, y parece tener apoyo económico y cantidad de aventureros políticos que lo apoyan.

Y todo esto se ve con la presencia constante en los platós de personajes tan tumultuosamente reaccionarios como Arcadi Espada, el niño del rifle de repetición de insultos, Javier Nart, ya con acta de eurodiputado, pero sabiendo que tienen cancha para seguir acumulando dinero en Suiza. Estos tipos han olido posibilidades de medrar y saben que les colocarán en las listas para llegar a los lugares donde se cuece la influencia y al final llega el dinero. Los programas televisivos de simulacro político están por la labor de darles sitio a los naranjitos.