Raimundo Fitero
DE REOJO

Juego

No se dan los datos de las ludopatías con la urgencia y concreción que requeriría su grave incidencia social. Atendiendo a los anuncios audiovisuales más normales, vemos que los copan los automóviles, las web que seleccionan el mejor seguro, de coche principalmente, viajes o comida rápida, algún perfume, los anticatarrales, los dedicados a solucionar problemas del tracto intestinal y los juegos de azar. De una organización de discapacitados o de las que organiza y recauda directamente el Estado. Compitiendo ambas en frecuencia de sorteos y en posibles cantidades otorgadas por los premios. En una escalada que en tiempos de crisis no aventura casi nada bueno.

Los millones de euros que le pueden tocar al que acierte empiezan a ser desorbitados. Lo mismo que los premios subsidiarios. Son una provocación. Con cantidades relativamente pequeñas de apuesta se puede solucionar la vida. Tapar agujeros de toda la familia y hacer agujeros nuevos, pero en fincas propias donde construirse el chalet. Esta presión propagandística tiene que tener unos efectos demoledores en quienes dudan cada mañana en ir al vendedor de la once o al establecimientos de las apuestas del Estado para salir de su atolladero o hacer caso a otro tipo de anuncios reiterativo, el de los créditos urgentes, inmediatos con intereses usureros.

Este incremento de incentivos para el juego de azar lo vemos en las noches de muchos canales televisivos que antes de poner esos vídeos de música que tanto quebradero de cabezas por sus derechos de autor están creando, podemos jugar a la ruleta americana en directo, o empezar una carrera de jugador de póker. Se puede hacer en esos momentos, en tiempo real, pero son unos anuncios publicitarios, porque se nos indica que podemos jugar durante las veinticuatro horas desde nuestro ordenador, tableta o teléfono inteligente, por lo que una vez creada la necesidad, la adicción, la escapatoria parece casi imposible.

No nos pondremos ahora puritanos, y menos en esta tierra, pero todo son síntomas de un problema social escondido que debe atenderse y prevenirse. Por cierto, gracias, Fernández Díaz, por ese «todo por Fitero». Juego de tricornios.