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EL CAIRO

Los vencedores en las urnas volverán a ser ilegales en Egipto

El primer ministro fruto del golpe de Estado confirma que promoverá la disolución de la Hermandad Musulmana, solo dos años después de ser tolerada tras la caída de Mubarak. Les acusa de «fascismo teocrático».

Egipto, principalmente El Cairo, vivieron ayer otra intensa y violenta jornada marcada por el desalojo a la fuerza de la mezquita de Al Fatah, en la céntrica plaza de Ramsés, donde se habían refugiado cerca de mil partidarios del depuesto presidente Mohamed Morsi. Tras rodearlo durante horas, fuerzas especiales de la Policía irrumpieron a tiros en el interior del templo, desalojándolo en su totalidad y procediendo a la detención de militantes de la Cofradía.

Mientras fuentes gubernamentales citadas por varias agencias afirmaban que hombres armados disparaban contra la Policía desde el minarete, la Hermandad aseguró a través de su página web que en la mezquita había «manifestantes pacíficos» y acusó a los efectivos policiales y militares de ser los autores de los disparos para «hacer creer que había un tiroteo». Denunció la utilización de helicópteros castrenses para entrar en la mezquita.

En el exterior, donde también se concentraron detractores de los Hermanos Musulmanes, se escucharon disparos durante todo el día. Según un periodista de AFP, una multitud agredió con bastones y barras de hierro a entre siete u ocho hombres que habían sido desalojados a la fuerza del templo.

En un país que nunca había estado tan dividido, se ha puesto en marcha la justicia de calle, creándose «comités populares» integrados por jóvenes nerviosos y armados que registraban a los viandantes, controlaban el acceso a sus barrios y entregaban por la fuerza al Ejército y a la Policía a cualquier persona que les parecía sospechosa, incluídos periodistas. Varios medios como «The Independent» y Telesur informaron de la retención de sus corresponsales por parte del Ejército y del decomiso de las imágenes que habían grabado hasta el momento.

El Ministerio del Interior cifró en 1.004 los detenidos el viernes en todo el país, más de la mitad (558) en El Cairo.

En los enfrentamientos del viernes murió uno de los hijos de Mohamed Badie, Guía Supremo de los Hermanos Musulmanes. Ammar Badie, de 38 años, falleció tiroteado en la plaza Ramsés, indicó Reuters.

Pese al estado de emergencia y al toque de queda, miles de personas continuaron con las protestas ayer por la tarde en varios barrios de la capital y en otras ciudades importantes del país, como en Alejandría, al norte, donde incendiaron una sede de los Hermanos Musulmanes y hubo enfrentamientos entre partidarios y opositores de Morsi en los barrios de Al Hadra, Al Asafra y de Abu Suleimán.

El nuevo Gobierno egipcio, que autorizó a la Policía a usar munición real, justificó la fuerte represión y la muerte desde el martes de un millar de personas en un «complot terrorista malintencionado» de la Cofradía.

El portavoz del Gobierno, Mustafa Hegazy, declaró que el país afronta una «guerra contra las fuerzas del extremismo» y que responderá «con todas las medidas de seguridad que le permite la ley».

«Hablamos de un Estado y de un pueblo que están sufriendo un ataque, una guerra de desgaste por parte de fuerzas extremistas que solo pueden ser calificadas por terroristas», dijo.

En su opinión, las acampadas islamistas de Rabaa Al-Dawiya y Al Nahda en la capital egipcia, cuyo desalojó por la fuerza el miércoles propició esta nueva espiral de violencia, «no pueden ser descritas como pacíficas, ya que en ellas se cometieron torturas, asesinato de civiles, incitación a la violencia».

En declaraciones previas, el portavoz del Consejo de Ministros, Sherif Shauqi, aseguró que el Gobierno está estudiando la posibilidad de ilegalizar a los Hermanos Musulmanes, organización fundada en 1928 por Hasan el Bana e ilegalizada en 1954 por Gamal Abdel Naser. Tras la caída del dictador Hosni Mubarak, quedó en una situación alegal que todavía mantiene.

El primer ministro Hazem al Beblaui advirtió que «no habrá reconciliación con quienes tengan las manos manchadas de sangre, con quienes hayan levantado sus armas contra el Estado o contra los ciudadanos».

Algunos medios de comunicación egipcios y dirigentes religiosos seguían contribuyendo a generar un clima de tensión y de enfrentamiento entre las comunidades. El obispo de Giza, Antonious Aziz Muna, acusó a los Hermanos Musulmanes de quemar 49 iglesias e instituciones cristianas. «Los cristianos son conscientes de que hay que pagar un precio para aislar a estas facciones que no tienen ninguna fuerza ni experiencia política. La fuerza que tienen es solamente terrorista», incidió.