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Kutxabank: Golpe de Estado en Euskal Herria

Los autores consideran que la privatización de Kutxabank, que cuenta con la complicidad de determinados grupos políticos, supondrá la oligarquización del poder económico y político y «el comienzo del fin de la democracia en Euskal Herria». La privatización conducirá a la concentración de un inmenso poder fáctico económico y político que acabará controlando partidos y medios de comunicación.

Los días pasan y parece necesario empezar a hablar claro. La privatización de Kutxabank supone un golpe de Estado en Euskal Herria. No solo supone un cambio de modelo económico, de uno basado en la economía real a uno progresivamente centrado alrededor de la economía financiera, sino también de un modelo basado en las pequeñas y medianas empresas industriales a otro basado en un núcleo de poder económico concentrado en muy pocas manos.

Supone también un salto radical en la oligarquización del poder económico y político.

Tras el estallido de la crisis económica y lo que viene sucediendo desde entonces en el conjunto de Occidente, nadie puede llamarse a engaño. Salvo excepciones, la banca privada tiende a adquirir un peso fáctico sobre grupos políticos y medios de comunicación de tal dimensión que bien puede decirse que no es el cuarto ni el quinto poder, sino -en muchos casos- el primero. A través de la financiación de los partidos políticos y del control de los medios de comunicación, la gran banca privada ha terminado destruyendo en primer lugar la propia eficiencia del sistema bancario occidental para acabar destruyendo progresivamente la economía real y, con ella, cada vez lo vemos con más claridad, el futuro del conjunto de la sociedad occidental.

La entrada de socios privados en Kutxabank es el comienzo del fin no solo de nuestro modelo de desarrollo industrial endógeno. También es el comienzo del fin de la democracia en Euskal Herria.

El propio Mario Fernández lo dijo expresamente: «Que nadie se llame a engaño. Esto no tiene vuelta atrás». La apertura a socios privados llevará a una progresiva dilución del capital y, finalmente, a la pérdida del control social, que pasará a las entidades o personas que, en cada momento, tengan capacidad de aglutinar suficiente capital como para determinar el control de la entidad. En el camino, como hemos visto en otros casos, ciertas personas se harán millonarias y más de una pasará de millonaria a multimillonaria.

La apertura a socios privados conducirá, de forma progresiva e irremediable, a la concentración de un inmenso poder fáctico, económico y político, en unas pocas manos, que acabarán controlando ilegítimamente medios de comunicación y partidos políticos.

No nos engañemos. Esta apropiación del poder fáctico de Euskal Herria, que puede resultar un escándalo para la mayoría, es un incentivo irresistible para determinados círculos político-económicos de este país y es lo único que explica la complicidad con el proyecto de determinados grupos políticos.

Kutxabank es perfectamente consciente de que su poder económico le otorga también, ya en este momento, una altísima capacidad de presión. Capacidad de presión que, cara a asegurar la entrada de socios privados, se convierte en amenazas y represalias en algunos casos y en asegurar la complicidad en el reparto del botín en otros. Porque iniciar el reparto a manos privadas del patrimonio acumulado por generaciones de ahorradores, autónomos y pymes a lo largo de más de un siglo, no es otra cosa sino el reparto de un botín.

De forma inevitable, esta manera de gestionar el poder se irá agravando a medida que el actual control público vaya atenuándose y que los nuevos socios privados y los propios gestores se sientan cada vez más «dueños» de Kutxabank.

Que nadie se llame a engaño. Debemos reaccionar de forma inmediata, en nuestras empresas, sindicatos, asociaciones, partidos políticos y en nuestros medios de comunicación, antes de que se ponga en marcha el proceso de aprobación de este proyecto. Si no somos capaces de hacerlo, podemos despedirnos de cualquier expectativa de democracia avanzada en Euskal Herria. Tendremos un modelo de sociedad bancarizado y progresivamente tercermundista.

Con la entrada de socios privados en Kutxabank estamos dando un salto al vacío, hacia un modelo de economía, de sociedad, de país, del que todo Occidente está ahora intentando escapar. Todavía hoy, está en nuestras manos frenar este proceso. Pero solo nos quedan unas semanas.