Marga Guiteras
Rafah

El Egipto golpista clausura la última ventana de Gaza al mundo

El Egipto golpista de Al-Sissi , aliado absolutamente con Israel contra los Hermanos Musulmanes de Hamas, construye una zona de amortiguación con Gaza y mantiene la frontera cerrada a cal y canto

Un soldado dispara al aire, maneja su viejo fusil como si fuera de juguete y uno no puede evitar encoger los hombros a la espera de una bala desafortunada. No está solo, hay dos más de pie junto a él, un tanque con un soldado en la escotilla, otro recluta vigilando desde encima de la enorme puerta de la frontera, y otro desde una torre de vigilancia a la izquierda. Delante de ellos hay una pequeña multitud, la gran mayoría mujeres y gente mayor que llevan más de un mes esperando la apertura del paso de Rafah, en Egipto, para volver a su asediado hogar. Es 26 de noviembre, la lluvia se precipita y gana intensidad, es el segundo y último día previsto para la apertura de este calamitoso paso hacia Gaza.

La situación no es nueva ni excepcional. La inestabilidad en el cruce de Rafah ha sido una constante desde que Hamas ganó las elecciones en Gaza, en 2006. Un hombre de mediana edad, contento de encontrarse en la frontera para volver a su pueblo al sur de la Franja, Abasan Al Kabira, se atreve a comentar: «Sólo tuvimos una frontera de verdad cuando estaba la Autoridad Nacional Palestina en Gaza, siempre estaba abierta y podíamos salir y entrar cuando queríamos».

Desde el golpe militar en Egipto de julio de 2013 contra el gobierno del Partido Libertad y Justicia, fundado por los Hermanos Musulmanes y liderado por Mohammed Morsi, la situación es aún más grave e incluso durante la ofensiva contra Gaza de este verano la frontera estuvo prácticamente cerrada. Rafah es el único paso que no controla Israel y el único que pueden utilizar la mayoría de gazatíes.

Tensión en el Sinaí

Y no es casualidad. El gobierno del general Abdul Fattah Al-Sissi, el general protagonista del golpe de estado y elegido más tarde en unas elecciones presidenciales, está convencido que el gobierno islamista de la Franja de Gaza nutre los grupos armados que operan en el norte del Sinaí. El 24 de octubre un atentado con un coche bomba mató más de 30 soldados en un punto de control del ejército en Sheikh Zuweid, muy cerca de la Franja de Gaza. La respuesta de Al-Sissi fue cerrar la frontera de Rafah, instaurar un estado de emergencia durante tres meses al norte del Sinaí, imponer el toque de queda y acusar a las «manos extranjeras» de haber perpetrado el atentado. La medida también llevó a cancelar las negociaciones de alto el fuego entre Hamas e Israel mediadas por Egipto.

Los recelos de Al-Sisis hacia Hamas no son nuevos y siguen la tónica en Egipto de la persecución a los Hermanos Musulmanes, del mismo color político que la organización palestina. Al-Sissi no condenó el ataque israelí a Gaza del pasado verano y se arrimó a Israel en octubre, después del atentado, cuando empezó los trabajos para construir una zona de amortiguación a lo largo de la frontera con Gaza, una banda desértica como si fuera un cortafuegos. La zona de amortiguación ha supuesto la destrucción de los túneles que han servido durante años para aliviar el bloqueo israelí a la Franja de Gaza. Hamas ha negado reiteradamente tener relación con los atentados en la península del Sinaí, donde han muerto desde 2013 más de 200 miembros de la seguridad del Estado. Los atentados han sido reivindicados por el grupo yihadista y cercano al Estado Islámico, Ansar Bayt al-Maquis.

Resumiendo las cuentas de este otoño, cerraron el paso de Rafah el dia 24 de octubre y no lo abrieron hasta el 25 de noviembre, se mantuvo franco durante dos días pero solo de entrada. Nadie pudo salir y no dejaron entrar extranjeros. En esas fechas, el gobierno de Gaza hizo público que 6.000 palestinos estaban esperando para entrar y 30.000 para salir. Una semana más tarde abrieron de nuevo durante dos días, otra vez en una sola dirección. Y finalmente, prácticamente dos meses más tarde, el 21 y 22 de diciembre abrieron en los dos sentidos pero con restricciones: no dejaron entrar extranjeros, solo pudieron salir personas que esperaban tratamiento médico y estudiantes. Salieron un total de 860 personas.

Viviendo en la incertidumbre

«Ha venido Um Mohammed a mi habitación, ha visto en la televisión que mañana abren!». Esta era a mediados de diciembre la noticia más esperada en el hotel Tahrir, el mejor hotel o al menos el más nuevo de Al Arish, a 40 kilómetros de la frontera. Samira, quién anunció la noticia a la recepción, comentaba unos días antes que nunca se sabe con demasiada antelación, a lo mejor un día antes o como pasó el 25 de noviembre, al mismo día. Las dos, Samira sola y Um Mohammed con sus dos hijas pequeñas, llevaban ya casi tres semanas en el hotel cuando anunciaron la apertura, fue para ellas una mayúscula pérdida de tiempo y dinero.

Samira estaba en Noruega cuando cerraron la frontera, pasó ahí unas semanas para gestionar unas ayudas para la escuela que regenta y visitó a su sobrino, que ya lleva tiempo fuera de Gaza. Conociendo bien el mareo a la frontera de Rafah, preguntó a la embajada egipcia en Oslo y le anunciaron los días en que la frontera estaría abierta. Viajó de noche y cogió también un taxi de noche desde El Cairo hasta Rafah para ahorrarse pernoctaciones de hotel, pero llegó y la puerta estaba cerrada. La frontera estuvo abierta durante los dos días previos a su arribo.

Um Mohammed y sus dos hijas llevaban tres meses de viaje con destino a Gaza. Palestinas, su familia dejó el hogar para empezar de nuevo en Mauritania pero como la mayoría de palestinos nunca cortaron los vínculos con su tierra. La hija mayor de la familia se casó con un gazatí que murió hace unos meses, y es por eso que viajaron hasta Gaza. La ansiedad de la madre por la impotencia de estar a las puertas de Rafah y no poder entrar, era notable. Sus conversaciones con otros clientes, algunos también palestinos, y los encargados del hotel eran siempre parecidas: «Creo que mañana van a abrir, ya llevamos demasiado tiempo aquí, estoy cansada».

Samira y Um Mohammed entraron el dia 21 de diciembre. Se repitió la coyuntura habitual. Soldados con rifles vigilando la multitud que esperaba a unos 200 metros de la puerta, donde no se les permitía llegar en coche a pesar de los enormes equipajes y la lluvia cayendo otra vez. Un hombre palestino bien vestido intentando no perder la compostura ni la dignidad. Una mujer llorando, cansada de su largo viaje desde El Cairo. En estas ocasiones la mayoría de palestinos aguantan en El Cairo, el día que abren la frontera les espera un viaje de noche. Llegan en taxis después de unas 10 horas para recorrer 450 kilómetros, molestados reiteradamente por controles militares y también por las largas colas para cruzar el Canal de Suez en un transbordador.

Sin noticias de Rafah

No hay ningún comerciante en la pequeña ciudad de Al Arish, en el norte del Sinaí egipcio, contento con el toque de queda. Durante tres meses la región vive bajo un estado de excepción que les obligó encerrarse en casa a las 5 de la tarde hasta medianos de diciembre, y a las 7 hasta fines de enero. «El Gobierno dijo que el toque de queda va a terminar el dia 24 de enero, dictaron tres meses después del atentado en Sheikh Zweid. Ya veremos», comenta Mohammed, propietario de un restaurante en el mercado de la ciudad, refugiado palestino de tercera generación. Mohammed, poco optimista y pensando en dejar Al Arish, cuenta que el toque de queda ha supuesto la disminución de sus ingresos, es un castigo colectivo.

«Ayer vino el ejército y se llevó un vecino», comenta el mismo Mohammed. «Algunos vivimos encerrados entre las dos partes, no tengo nada contra el ejército pero tampoco contra los islamistas», añade. Por la noche, cuando los habitantes de Al Arish llevan ya horas confinados en casa, se oyen disparos y explosiones, nadie sabe exactamente lo que está pasando. Los periodistas tienen prohibido el acceso a la zona, son pocos los que llegan aquí, y los medios egipcios publican mayoritariamente las informaciones facilitadas por el Ejército.

A finales de octubre Egipto empezó a imponer una zona de amortiguación a lo largo de la frontera con Gaza. Según Amnistía Internacional, desde entonces más de 1.000 familias han sido expulsadas y unas 800 casas destrozadas. El mismo Gobierno egipcio anunció hace unas semanas la extensión de la zona de amortiguación de 500 a 1.000 metros, lo que significará la destrucción de unas 1.200 casas más. Afectados por las demoliciones explicaron a Amnistía Internacional que el Ejército llegó a su casa para desalojarlos sin previo aviso y que las compensaciones económicas no son suficientes.

La información es opaca. A mediados de diciembre el ejército bombardeó la zona y posteriormente publicó una nota diciendo que había matado a dos militantes. Algunos vecinos de la zona comentan que el mismo día apareció un vídeo en Internet mostrando cuerpos de mujeres y niños muertos, horas más tarde el vídeo había desaparecido.

El paso de Rafah sigue cerrado. En junio, un alto cargo egipcio, quien quiso mantener el anonimato, declaró a la agencia de noticias palestina Maan: «Rafah se mantendrá abierto solo bajo la supervisión del gobierno de unidad palestino». Lo dijo unas semanas después del acuerdo entre Fatah y Hamas para construir un gobierno de unidad en Palestina, tras años de severa rivalidad.

Desde entonces ha llovido mucho y las negociaciones han avanzado poco. El presidente de la Autoridad Nacional Palestina que gobierna Cisjordania, Mahmmud Abbas, felicitó Al-Sissi por la eliminación de los túneles entre Gaza y Egipto y también por la construcción de la nueva zona desértica a lo largo de la frontera. Siguen sentados en la mesa, pero Gaza aún no ha empezado a recuperarse de una guerra que duró 50 días, dejó más de 2.200 muertos y miles de heridos. El Ejército egipcio disparó este enero contra un grupo de cuatro hombres que iban a cruzar la frontera ilegalmente, mató a uno de ellos. El bloqueo no cesa en Gaza y la ventana de Rafah se hace cada vez más pequeña. Diminuta.