Antonio CUESTA
ATENAS

El Gobierno griego quiere negociar y muestra sus cartas

Después de una intensa semana tras la victoria electoral de Syriza el autor analiza las primeras propuestas anunciadas por el Gobierno griego, que pueden romper los esquemas con los que se ha trabajado hasta ahora. Considera ciertos los argumentos de Atenas cuando dice que la deuda es impagable en las actuales circunstancias y que las condiciones deben de ser negociadas desde cero.

Alexis Tsipras, primer ministro griego. (AFP PHOTO)
Alexis Tsipras, primer ministro griego. (AFP PHOTO)

En apenas una semana muchas cosas han comenzado a cambiar en la atmósfera de Grecia. La determinación mostrada por el nuevo Gobierno de coalición, encabezado por Syriza, ha dejado claras cuáles son las prioridades frente a sus ciudadanos y cuáles las bases sobre las que comenzar a negociar con sus socios europeos.

Esta doble prioridad ha sido expresada en diversas ocasiones por Alexis Tsipras e incluye, hacia el exterior, la negociación de la deuda con los socios europeos y, en clave interna, la puesta en marcha de las medidas necesarias para atajar la «emergencia humanitaria» en la que se encuentra una buena parte de la población. «Llegamos para cambiar radicalmente el modo en el que las políticas y la Administración se hacen en este país», afirmó Tsipras durante su primer consejo de ministros. «Nuestra prioridad es también una nueva negociación con nuestros socios, buscando alcanzar una solución justa, viable y mutuamente beneficiosa para que el país salga del círculo vicioso de deuda excesiva y recesión», dijo.

La partida europea. En el frente europeo hemos visto erigirse al nuevo ministro de Finanzas, el imperturbable Yanis Varufakis, en la figura sobre la que recaerá gran parte del peso y la responsabilidad en la partida que se jugará con la deuda griega sobre la mesa. De acuerdo a ese símil, algunas voces han presentado a Varufakis como un mal jugador, pues aun con pinta de duro se le ha visto el farol. Habría que apuntar que el Gobierno ni quiere abandonar la partida ni ha pateado el tablero. Solo pide una nueva mano sin las cartas ya dadas ni trampas.

En su encuentro del viernes con el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, Varufakis expresó su disposición a colaborar con las instituciones de la Unión Europea (UE) y con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero no «con una comisión de tres miembros, con una lógica antieuropea y que es la encargada de supervisar la aplicación de un programa que rechazamos». Hacía de ese modo una referencia implícita al informe sobre la Troika elaborado por el Parlamento Europeo a principios de 2014, y en el que se señalaba que el impacto de las medidas de austeridad y la falta de la base legal para llevarlas a cabo eran dos argumentos de peso que justificarían su desmantelamiento.

En esta etapa dos son los argumentos principales que utiliza Atenas para defender sus tesis. El primero, que la deuda griega es impagable en las actuales circunstancias; el segundo, que las condiciones que conlleve ese alivio deben de ser negociadas desde cero y no a partir de las firmadas por el anterior Gobierno, con el que no quieren tener nada que ver. Y ambos argumentos son ciertos. Quizá por ello la unidad europea comienza a resquebrajarse, y mien- tras París abre la posibilidad de ampliar el plazo de devolución y Madrid y Lisboa rechazan toda concesión, Berlínse prepara para salvar la cara en el siguiente lance de la contienda.

La canciller alemana, Angela Merkel, baraja ahora la posibilidad de ampliar el plazo de devolución y ofrecer más dinero a Grecia, siempre y cuando siga adelante con las reformas y acepte algún mecanismo de supervisión. Quedando descartadas tanto una quita de la deuda como la posible expulsión de la eurozona. Con ello, Alemania pretende fijar las líneas de negociación dentro de unos límites muy controlados. Incluso el presidente de la Comisión Europea, el conservador Jean-Claude Juncker, estaría dispuesto a eliminar la figura de la Troika, según publicó ayer el diario alemán «Handelsblatt» citando fuentes de la Comisión Europea. Como se ve, las propuestas de Atenas parecen ser capaces de romper los esquemas con los que se ha trabajado hasta ahora.

En este sentido, el ministro de Economía griego, Yorgos Stathakis, defendió la posibilidad de ligar la devolución de los préstamos a la evolución de la econo- mía nacional, en una entrevista en el semanario alemán «Der Spiegel». Señaló que «actualmente gastamos en torno al 5% de nuestro PIB en devolver nuestra deuda», porcentaje que juzgó «insostenible», por lo que «sería mejor si vinculásemos esos pagos con el crecimiento: si el crecimiento es alto, pagamos más, si es bajo, pagamos menos». Con la incógnita de si el país aceptará o no nuevas entregas de capital por parte de los acreedores, lo que sí admitió Stathakis es que cumplirán con el pago de los 2.300 millones de euros que vence a finales de febrero.

La propuesta no solo es razonable, sino que serviría para invertir la lógica cruel que ha dominado hasta ahora las relaciones entre Grecia y los acreedores. Así lo evidenció el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz en declaraciones a la cadena CNBC al decir que «la medicina que recetaron [a Grecia] fue en realidad un veneno, provocó un aumento de la deuda y un descenso del crecimiento». Cierto que los gobiernos griegos «cometieron algunos errores... pero Europa los cometió aún mayores», agregó, por lo que, en su opinión «Europa tiene que dar un respiro al país y reducir la carga de su deuda».

Aumenta la popularidad del gobierno. Los movimientos y declaraciones a lo largo de la semana de los miembros del Ejecutivo han comenzado a dar buenos resultados de cara a la opinión pública griega y han sido celebrados por una buena parte de los ciudadanos. Según un un sondeo de la empresa Public Issue publicado ayer por el diario «Avgi», el 67% de los entrevistados consideran que Syriza ha demostrado estar capacitada para gobernar y un 60% se muestra satisfecho con el resultado de las elecciones del domingo 25 de enero. Vale la pena recordar que Syriza se alzó con la victoria con el el 36% de los votos. Respecto al actual primer ministro, el 70% valora que Alexis Tsipras tendrá éxito en el desempeño de su cargo, y un porcentaje similar de aceptación obtiene el ministro de Finanzas Yanis Varufakis.

Algunas de las medidas expuestas durante los primeros días tuvieron un importante eco social y mediático debido a su calado. Así, el anunciado aumento del salario mínimo (de 586 euros a 751) fue recibido positivamente incluso por organizaciones empresariales. La Confederación Nacional de Comercio de Grecia (ESEE) consideró que la propuesta «no solo cubrirá necesidades humanas y sociales, ya que garantizará un nivel de vida digno para muchos de nuestros conciudadanos, sino que podrá reanimar al mismo tiempo el mercado y la recuperación del consumo».

Pero también fueron fuente de problemas, como ocurrió con el anuncio de revertir el vasto programa de privatizaciones que se estaba llevando a cabo. Debido a ello entidades financieras e inversores acumularon grandes pérdidas en la Bolsa de Atenas, y solo la intervención del viceprimer ministro y responsable de Asuntos Económicos, Yanis Dragasakis, consiguió restaurar la calma una vez que se hubo reunido con las principales carteras de valores en el país. También moderó los mensajes con el fin de tranquilizar a Pekín, toda vez que el jueves el Ministerio chino de Comercio llamó al Gobierno a «proteger los derechos e intereses legales de las empresas chinas en Grecia, incluyendo a Cosco». Este grupo naviero posee ya dos terminales de carga en el puerto del Pireo, uno de los más grandes de Europa, y aspiraba a hacerse con el 67% que el Estado planeaba poner a la venta.

Otra de las propuestas que generó una lógica expectación vino del responsable de Sanidad y Seguridad Social, Panayiotis Kurumplis, quien informó de que el sistema público de salud volverá a ser gratuito y universal, ofreciendo cobertura a los más de 3 millones de personas que se habían quedado fuera, y retirando, para ello, las tasas de un euro por receta y cinco por consulta médica.

Cárceles y drones. Menos efectistas, pero de una enorme importancia, han sido los primeros pasos del ministro del Interior, Nikos Vutsis. Su decisión de conceder la ciudadanía a los niños extranjeros nacidos o criados en Grecia, los llamados inmigrantes de segunda generación, cumple una demanda de años que afectaba incluso a un importante sector de la comunidad greco-albanesa. Pero además decretó el cierre de las cárceles de máxima seguridad (tipo C) por contravenir principios básicos de derechos humanos, al copiar muchos mecanismos de la tristemente célebre prisión de Guantánamo.

Otra cuestión hasta el momento silenciada, pero que acabará saliendo a la luz pública es la compra por parte de Grecia de aviones no tripulados israelíes, drones, destinados a la Policía griega. El programa, clasificado como secreto por el anterior Gobierno, debería ser cerrado en 2015 y superaría ampliamente los 1.000 millones de euros, según publicó el investigador Apostolis Fotiadis, que fue quien los desveló. Además, los modelos elegidos han sido probados por Israel en sus ofensivas contra la población civil de Gaza.

El viceministro de Protección Ciudadana, Yanis Panusis, avanzó, por su parte, alguno de los principios que regirán los cuerpos policiales con el nuevo Gobierno. Aseguró que se concretarían sus funciones y el armamento usado en cada caso, pero siempre ajustando su comportamiento al respeto a la ley. Sus afirmaciones pasaron con éxito la primera prueba de fuego, que tuvo lugar el sábado en Atenas. La ausencia (visual) de unidades antidisturbios y la eliminación de todo tipo de barreras y protecciones en torno al Parlamento, logró convencer a varios miles de manifestantes antifascistas de que los tiempos están cambiando y sirvió para que la protesta transcurriera sin incidentes.