Isidro ESNAOLA

Las diferentes identidades de la economía social, en la Eurocámara

Participación exitosa en el primer Foro Europeo de Economía Social y Solidaria organizado por el grupo GUE (Izquierda Unitaria Europea-Izquierda Verde Nórdica) que se celebró el pasado jueves en Bruselas. La jornada sirvió para mostrar la diversidad y la pujanza de la economía social en Europa y en el mundo.

Más de 250 personas se afanaban por encontrar un asiento en una sala que a todas luces iba a quedarse pequeña. Finalmente, la gente se acomodó en escaleras, pasillos y alféizares, dando un cierto aire de encuentro informal al evento institucional organizado en el Parlamento Europeo. La mayoría de las personas procedía del sur de Europa y su proverbial impuntualidad retrasó el comienzo.

El eurodiputado Miguel Urbán abrió la sesión subrayando la importancia de la economía social en Europa, ya que emplea a 14,5 millones de trabajadores, es decir, el 6,5% del total.

Las primeras intervenciones de los oradores reflejaron la diversidad de concepciones que coexisten en torno a esta materia. Los representantes de las redes internacionales de economía social se turnaban en el estrado tratando cada uno de establecer lo que distinguía su visión de la del resto, consiguiendo un extraño efecto repetitivo sobre temas que en teoría deberían ser conocidos por un auditorio no neófito.

En el fondo, las diferentes perspectivas reflejaban las dos almas que históricamente conviven en el seno de la economía social: una más filantrópica, que busca una mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora, y otra más preocupada por la transformación social. De ahí que algunas personas hablaran simplemente de economía social mientras que otras añadían la palabra «solidaria», tal y como recogía el título del foro.

La riqueza de matices no ocultaba la existencia de bastantes elementos comunes. El retroceso sufrido durante la época de pujanza del neoliberalismo se ha tornado en aguante durante el periodo más duro de la actual crisis económica, lo que llevó al economista Ricardo Petrella a definir la economía social como «economía de la resistencia».

Esta capacidad de adaptación en un momento de «gran transformación» ha servido a estos actores para reivindicar un mayor protagonismo. En este aspecto, son varias las iniciativas que buscan hacer visible la aportación de la economía social y que van desde la delimitación conceptual a fin de que pueda medirse su influencia en la Contabilidad Nacional –trabajo realizado por Jose Luis Monzón del instituto CIRIEC– hasta la elaboración de mapas de economía social como el impulsado por la asociación Batura para Euskal Herria y presentado por Andoni Egia.

 

Implicación institucional

Fue unánime la idea de que las instituciones, en general, han demostrado falta de interés por el fomento de la economía social. En Europa solo Bélgica, Estado español, Grecia, Portugal, Estado francés y Rumania han aprobado leyes específicas para impulsar la economía social.

A pesar de ello, sí ha habido iniciativas institucionales interesantes en otros ámbitos. La ONU, por ejemplo, ha organizado un task force o grupo de trabajo que estudia las posibles aportaciones de la economía social a los objetivos de desarrollo. El secretario de la Red Canadiense de Desarrollo Económico Comunitario, Yvon Poirier, comentó que Quebec ha aprobado una ley y un presupuesto para el fomento de la economía social con una visión transversal y centrada en ofrecer instrumentos para la implementación de proyectos de economía social.

Benedito Oliveira, del Ministerio de Trabajo de Brasil, que se quejó amargamente del poco tiempo que tenía para su intervención, explicó que han impulsado un foro de economía solidaria en el que participan 5.500 municipios. Considera fundamental las alianzas con los movimientos sociales de manera que las políticas públicas estén fiscalizadas por la participación popular. Aspecto este que también subrayó el representante del Gobierno griego.

 

Relación con el territorio

La representante de RIPESS International, Judith Hitchman, formuló de manera categórica la relación que a su juicio existe entre la economía social y el territorio: «si los objetivos de desarrollo sostenible no reflejan las necesidades locales son palabras hueras». Una de las virtudes de la economía social es, precisamente, la capacidad que tiene para organizar la economía local, como apuntaron varios de los ponentes.

Se presentaron, asimismo, varios proyectos de colaboración entre la economía social y las instituciones locales de lugares tan distantes como Göteborg , Lodi, Barcelona o Hernani.

 

El aspecto transformador

Las reflexiones sobre el papel de la economía social partían de la constatación de que posicionarse como tercera vía entre el Estado y el mercado ha resultado infructuoso en los últimos 40 años. Jean Louis Laville apuntó dos peligros a los que ha de hacer frente en un futuro próximo: convertirse en un subservicio del sector público que se encargue de gestionar cuestiones de menor envergadura o transformarse en una herramienta integrada en la economía neoliberal.

En ese contexto, varios ponentes plantearon claramente que la economía social debe postularse como alternativa para sustituir el actual sistema económico neoliberal; «no ser el tercer sector, sino el sector principal», como apuntó el eurodiputado Helmut Scholz en las conclusiones del taller que moderó.

Sin embargo, no se avanzó mucho en la definición del sujeto de esa alternativa. Mientras algunas personas hablaban de consumidores y usuarios de la economía social, otras hacían referencia a conceptos como clase obrera, lucha de clases o transformación de la relaciones sociales. En este sentido, se echó en falta que no hubiera ninguna representación sindical que hablara de un tema en el que los trabajadores son los principales protagonistas. No hubo tiempo para más: las delegaciones salieron del plenario a la carrera.