Dabid LAZKANOITURBURU

El gran dilema ante el asalto a Falujah

Cerca de 20.000 efectivos, entre soldados, milicianos chiíes y tribus suníes de la provincia iraquí de Al-Anbar, participan desde el lunes en el asalto a Falujah, donde, según cálculos oficiales, resisten pertrechados varios cientos, a lo sumo un millar, de yihadistas del Estado Islámico.

Contando incluso con la cobertura para el asalto de los bombardeos estadounidenses, las decenas de miles de civiles atrapados y la feroz resistencia del ISIS, que está haciendo frente a la ofensiva con temerarios contraataques y acciones suicidas, vienen a confirmar que la lucha por la «ciudad de las mezquitas» está siendo todo menos un paseo.

Y no solo porque, al contrario que en Ramadi y Tikrit, los milicianos del ISIS no tienen vía de escape. Falujah, a las puertas de Bagdad, es el símbolo de la extraña conexión –o deriva– entre el yihadismo de la sección iraquí de Al Qaeda y la resistencia a la ocupación vinculada al Baath y al Ejército de Saddam. Una confluencia que explica tanto el nacimiento como los éxitos militares y la profundidad estratégica –que la tiene– del ISIS.

Muchos de los que elogiaron –elogiamos– en 2003-2004 la heroica resistencia de la «pequeña Vietnam» observan en el asalto a Falujah las consecuencias de aquella deriva, que tiene más de conversión (de la resistencia al yihadismo) que de confluencia.

Sin pasar por alto la paradoja de que EEUU participa –esta vez desde el aire– en el tercer asalto a la ciudad iraquí, los escasos avances militares contra el reducto del ISIS apuntan a una constatación, a un dilema y a una consecuencia.

En primer lugar, certifica la incapacidad tanto del Ejército iraquí como de las tribus suníes, por razones distintas, para culminar con éxito el asalto. Por muchas unidades antiterroristas que anuncie, la Armada iraquí presenta unas debilidades estructurales que ya quedaron en evidencia en la ofensiva del ISIS de 2014 –la mitad de las divisiones simplemente se evaporaron–, y que tienen más que ver con el colapso –provocado en su día por la invasión estadounidense– del Estado iraquí que con cuestiones estrictas de potencia militar. Por lo que toca a las tribus suníes movilizadas contra el ISIS, estas se debaten entre luchar a muerte contra sus tribus «hermanas» alineadas con los yihadistas y el miedo a que su sacrificio pueda ser utilizado por el Gobierno chií de Bagdad para reforzar su presencia en el centro-norte de Irak.

Ante el escaso arrojo de unos y otros, el asalto al Falujah se enfrenta al dilema de afrontar una larga –y devastadora para los civiles– campaña o echar mano de las milicias chiíes de Hasehd al-Shaabi (Movilización Popular), las únicas con determinación y sed de venganza –por los atentados yihadistas contra la población chií– para asegurar una rápida victoria.

El problema radica, por un lado, en que se podría reeditar el escenario de pogromos y saqueos contra la población a manos de esas mismas milicias hace un año –escenario que a punto estuvo de repetirse como un calco en la siria Palmira–.

Y no estamos solo ante un problema humanitario sino político.. Porque la conclusión es que si no se soluciona el encaje en Irak de la otrora encumbrada minoría suní, se podrá «liberar» una y otra vez Falujah, Tikrit... Para volver a la casilla de salida. Porque conquistar no es sinónimo de convencer.