Los restos mortales de Abdelaziz, fallecido a los 68 años de edad, llegaron ayer a los campos argelinos de Rabuni, donde el Polisario ha tenido su base desde el alto el fuego de 1991.

A la ceremonia oficial asistieron varias decenas de delegaciones internacionales, en su mayoría de África y también de Latinoamérica, pero no de los principales implicados europeos, incluido el Estado español, lo que fue duramente criticado por el presidente de la coordinadora estatal de asociaciones solidarias con el Sáhara (CEAS), José Taboada.

«El pueblo saharaui seguirá unido y seguirá luchando por la independencia», ha declarado el presidente adjunto del Parlamento del Polisario, Bachir Hella. «La muerte de nuestro líder no nos afectará. Todos los saharauis permaneceremos en nuestro lugar», ha añadido.

El cuerpo sin vida de Abdelaziz ha sido trasladado por una guardia de honor entre llantos de mujeres hasta la zona entre la ciudad de Tindouf y la región que los saharauis consideran territorio liberado.

«Hemos perdido a una gran figura», ha declarado Aicha Kebbi, uno de los asistentes, «pero tenemos a otros individuos capaces de conseguir que sigamos por el camino de la independencia».

El cuerpo de Abdelaziz ha sido trasladado este sábado a la localidad de Bir Lehlou, en las zonas liberadas, cerca del muro levantado por Marruecos en el desierto y a escasos kilómetros de la ciudad ocupada de Smara, en la que Abdelaziz nació y a la que nunca pudo regresar.

Dentro de cuarenta días, una vez concluya el luto, se convocará un congreso extraordinario para elegir al sucesor entre un puñado de candidatos que aún se desconoce.