Antonio RODRÍGUEZ (AFP)
PARÍS
Interview
JOSEPH STIGLITZ
PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA

«Si no cambian las reglas, vamos derechos a la catástrofe»

Este economista y profesor estadounidense (nacido en Gary, Indiana, en 1943) insta a cambiar las bases sobre las que se creó la moneda única europea. Es especialmente crítico con el Gobierno de Angela Merkel por su defensa a ultranza de la ideología neoliberal, rechaza las políticas de ajuste y, por su parte, prescribe recetas sorprendentes, como la salida de Alemania de la zona euro.

Mal concebida y bajo la influencia de «la ideología neoliberal», la moneda única es la causa de buena parte de los males que azotan a la eurozona, como la estagnación (crecimiento económico muy leve), el elevado desempleo o el avance de la extrema derecha, según comenta Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, en una entrevista con la agencia France-Presse.

«Cuando las reglas son malas, hay que cambiarlas; de lo contrario, vamos derechos hacia la catástrofe», afirma con motivo de la publicación en el Estado francés de su obra “El euro: cómo la moneda única amenaza el futuro de Europa”.

El antiguo economista jefe del Banco Mundial (BM) es muy crítico con la política económica europea. «Con modelos económicos erróneos, llegamos obligatoriamente a un mal diagnóstico y a malas recetas», asegura.

Tras el lanzamiento del euro, «los economistas esperaban el primer shock para poner a prueba la moneda. Este se produjo en 2008 [al estallar la burbuja financiera] y las consecuencias fueron desastrosas», resume el premio Nobel de Economía del año 2001, que compara su enfoque con el que utilizó Alexis de Tocqueville respecto a EEUU a principios del siglo XIX.

Stiglitz fustiga esas reglas, en particular el teóricamente inquebrantable 3% de déficit fiscal, el máximo autorizado según las normas de la UE, «que cae del cielo» y que no se basa «en ninguna teoría económica». «Fue Dios el que transmitió los diez mandamientos en el monte Sinaí, pero las reglas del euro las establecieron simples seres humanos», dice con ironía, reclamando de esta forma la revisión de esa legislación.

Berlín, en el error

«La idea de que la austeridad permite volver a tener crecimiento y prosperidad es rechazada actualmente por la mayoría de los economistas e incluso por el FMI (Fondo Monetario Internacional). Por desgracia, sigue siendo la opinión que predomina en el Gobierno alemán y en particular en su Ministerio de Finanzas», sostiene Stiglitz, que piensa enviar un ejemplar de su libro a Wolfgang Schauble. «Estoy seguro de que mi obra no le convencerá» –sonríe–.

En este contexto, su definición del término «ideología» no deja lugar a dudas. «Se trata de una creencia que no está necesariamente basada en pruebas», explica, recordando que la austeridad fracasó con la Gran Depresión; más tarde, en Asia y en Argentina. «¡Y ahora también en Europa!». «Lo más interesante es que el FMI aprendió del pasado y reconoció que se equivocó», subraya. En cambio, le sorprende que en Europa aún haya gobiernos, como el de Angela Merkel, que persisten en exigir políticas de ajuste «incoherentes con las reformas que necesita la eurozona».

El carro y los bueyes

En su opinión, los errores están en los orígenes mismos del euro. Los europeos «pusieron el carro delante de los bueyes» al lanzar la moneda única sin crear las instituciones necesarias para gestionarla. Peor aún, «la moneda única quitó a los Estados los dos mecanismos de ajuste más importantes: la tasa de cambio y las tasas de interés. Los países tienen las manos y los pies atados y solo disponen de margen en la política fiscal. Ídem para el Banco Central Europeo, que solo tiene que concentrarse en la inflación».

Stiglitz insta a reaccionar para no poner en peligro el proyecto europeo. «El euro quizás sea bueno para algunas personas y para los banqueros, pero no lo es para los ciudadanos de a pie».

«La sociedad se estanca, no crece, lo que da impulso a los partidos de extrema derecha», advierte al mismo tiempo.

En su libro, Stiglitz plantea varias soluciones para sacar a Europa del callejón sin salida en que se encuentra. El prefiere la de una zona euro dotada de instituciones que permitan su buen funcionamiento, como un BCE que «no se limite a luchar contra la inflación, sino que se concentre en la lucha contra el desempleo y en el crecimiento».

En el caso de que los Estados miembros no acepten “más Europa”, ofrece varias pistas para hacer posible que haya “menos”. «La más fácil», a su juicio, sería una salida de Alemania del euro, lo que haría más competitivos a los otros países a través de una devaluación de la moneda única.

Otra opción sería un divorcio de mutuo consentimiento; es decir, la creación «de dos o tres zonas monetarias» a la espera de la creación de las correspondientes instituciones necesarias.